Desarrollo y Emprendimiento

Por qué este blog? Porque he dedicado mi vida profesional a aportar al desarrollo económico de Chile estudiando qué medidas ayudarían más al crecimiento y la equidad, y publicando lo que he ido descubriendo. Ahora quiero aprovechar esta tecnología para ampliar el diálogo con otros sobre este tema.

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Nombre: Ernesto Tironi
Ubicación: Las Condes, Santiago, Chile

Economista, empresario y educador (1947). Profesor Ingeniería Industrial Universidad de Chile, Asesor y Director de Empresas y de Sociedades del sector Educacional. Ex embajador ante Naciones Unidas y Gerente General de CORFO.

jueves, enero 14, 2021

 

Trump, Chile y fanatismos

Ernesto Tironi B.  14-1-1

                Estas semanas hemos sido testigos de otro estallido social inesperado que nos ha conmovido: el asalto al Congreso de los Estados Unidos por parte de un grupo, no tan pequeño, de seguidores de Trump.

                ¿Habrá algunas semejanzas entre lo ocurrido allá y lo que nos pasó acá el 18 de Octubre?  Si fuera así, ¿cuáles? ¿Habrá algo en común por mera coincidencia, o tal vez como resultado de algún factor asociado a ambos casos en los tiempos que hoy vivimos, como la revolución en las comunicaciones, las redes sociales (celulares, twitter, ws, etc) u otros factores? ¿Qué más habrá detrás y hacia dónde nos puede conducir todo esto?

                Postulo que existiría un fuerte factor común detrás de esos episodios de violencia en Estados Unidos y Chile: el comportamiento fanático de los participantes, instigadores y ayudistas, ya sea intelectuales o directos, en esos eventos. El Diccionario de la Real Academia define como fanatismo a “el apasionamiento o tenacidad desmedida en defensa de creencias y opiniones, especialmente políticas y religiosas”. Otros agregan, acciones irracionales, obstinadas, “un entusiasmo exagerado o desproporcionado por algo”, que normalmente conduce a enfrentamientos fuertes e incluso muertes, a veces masivas.         

                Es interesante apreciar que el fanatismo como impulso o concepto ha sido abordado por muchos ilustres pensadores y filósofos desde la época de los griegos  hasta nuestros días. Fue objeto de estudio por parte del padre del liberalismo, Locke (en su “Carta sobre la tolerancia”), por Voltaire, Kant y muchos otros. Esto no fue por mero capricho o genio de ellos como individuos, sino como un intento más bien desesperado por comprender y encontrar solución a las despiadadas guerras religiosas que les tocaron en sus épocas. Pero no fue sólo entonces. Subsiste el estudio del tema porque los comportamientos fanáticos no se limitan a los dominios señalados, sino que se ha dado en la ciencia, el arte, lo hobbies, las razas, las nacionalidades, e incluso el deporte. Estuvo detrás del evento histórico más sangriento y mortal de la historia humana, como fue el nazismo, y retratado magistralmente a nivel personal por novelistas tan notables como Albert Camus (“El hombre rebelde”).

                El actuar fanático se alimenta y complementa principalmente con un comportamiento que hemos visto mucho estos últimos tiempos: el de usar la mentira, la exageración en tal magnitud que lleve a faltar premeditadamente a la verdad (como por ej. que “todo el desarrollo económico chileno de los últimos 30 años solamente favoreció a los ricos” o “me robaron la elección”). Ese insigne periodista, escritor y observador de nuestras sociedades contemporáneas, como fue el polaco Ryszard Kapuscinsci, lo resumió así: “Si entre las muchas verdades eliges una sola y la persigues ciegamente, ella se convertirá en falsedad, y tú en un fanático”. Esto fue dicho antes de que las redes sociales permitieran llegar a millones en minutos, repetir incesantemente mentiras y ocultar fuentes e identidades.

                Un personaje aún más contemporáneo y conocido, el  actor de cine norteamericano Arnold Schwarzenegger (“Terminator” y otras), además después político del Partido Republicano y Gobernador de California, ha circulado esta semana un video por rrss en que se dirige a sus compatriotas haciendo una comparación de los recientes eventos con el nazismo. Dice entre otras cosas: “Crecí en Austria y estoy muy consciente de la “Noche de los cristales rotos”. La noche de la masacre contra los judíos realizada en 1938 por los Nazis, los equivalentes a los “Niños Orgullosos” (de Trump) hoy. El miércoles 6 fue el día de los cristales rotos aquí mismo en los EEUU. Pero los encapuchados no sólo quebraron los vidrios del Congreso, sino que pisotearon los principios en los cuales el país fue fundado.(…) Crecí en las ruinas de un país que sufrió la pérdida de su democracia. Crecí entre las personas llenas de culpa por haber participado en el régimen más malvado de toda la historia humana. Muchos de ellos no eran nazistas, pero se dejaron llevar. Y mi padre llegaría borracho a la casa uno o dos días por semana y nos gritaría y golpearía para asustar a mi mamá. Yo no lo hacía responsable porque nuestro vecino estaba haciendo lo mismo a su familia” (ver https://twitter.com/Schwarzenegger/status).  Fue ver esto, lo que me motivó a escribir sobre ahora este tema ahora.

                Porque hay tres puntos esenciales relativos al fanatismo que conviene destacar ahora en estos tiempos que vivimos en Chile, para concluir. Primero, que las conductas fanáticas (i.e. con apasionamiento desmedido), son algo que a menudo observamos o atribuimos a los demás, pero casi siempre negamos en nosotros. Los demás son fanáticos, uno mismo nunca. Por mi parte, reconozco hoy que no pocas veces en el pasado y actué más bien ciegamente o exageradamente creyendo que ciertas políticas económicas eran mucho mejor que otras (por ejemplo, de tener aranceles al comercio más altos y diferenciados). Debemos ser mucho más vigilantes de no creernos dueños de la verdad ni de tratar de imponerla.

                Segundo, las conductas de tipo fanático son contagiosas porque están basadas en una emoción particular de sentirse con una misión especial o única, con acceso a una verdad que deben asumir todos o la mayoría de la sociedad, a veces sin importar a qué costo. Y todas las emociones son contagiosas, lo que ahora se sabe que ocurre debido a fenómenos biológicos; las células espejo. Es lo que observamos a simple vista a menudo: la acción fanática de un grupo terrorista despierta el más inmenso fanatismo en personas hasta entonces muy racionales, (pensemos en el ataque de Al Qaeda a las Torres Gemelas y la reacción de Bush con la Guerra de Irak. También lo vemos a nivel personal en ciertos ataques entre dirigentes políticos, incluso de un mismo sector, (como en la Centro Derecha esta semana).

                Y tercero, la reducción de comportamientos con rasgos fanáticos será esencial este año para nuestro país, al comenzarse el trabajo de redactar una Nueva Constitución y de elegir un nuevo Presidente. Será un tiempo de continuas campañas políticas cruciales, propicias a despertar mucha pasión, competencia e impulsos destructivos de los adversarios. Escucharemos muchas descalificaciones, exageraciones, acusaciones infundadas, noticias no comprobadas y abiertas mentiras (a lo Trump), como modos de atraer votantes, acceder al poder e imponer las ideas propias. De la vigilancia de cada uno de nosotros para no caer ni dejar pasar conductas fanáticas, sobre todo en nosotros mismos, ni de reaccionar de la misma manera, dependerá que encontremos o no una mejor manera de convivir en Chile.

 

Liderazgos post pandemias

30-12-20  Ernesto Tironi B.

 

                ¿En qué tipo de personas tenderán a poner su confianza los chilenos para elegir autoridades públicas este nuevo año clave del 2021?  ¿Qué candidatos a Constituyentes, a Alcaldes,  Diputados o Senadores y a Presidente de la República?  ¿Por qué?

                Dependerá de las ofertas de candidatos, en parte. Pero, por sobre todo, de las percepciones, emociones, inquietudes, ideas y preocupaciones que predominen en la mayoría de la gente en el momento de ir a votar. Eso también afectará cuántos y quiénes votarán. Dichas disposiciones además no son fijas; van cambiando continuamente y lo harán más en estos tiempos de pandemia.

                Para apreciar esas disposiciones tan determinantes para el futuro de nuestro país, tenemos la fortuna de que recién este mes se ha publicado un informe muy completo y representativo de opiniones y percepciones de un grupo grande de chilenos. Esta información puede ayudar entonces a contestar esas preguntas con una base de evidencia más sólida.  Me refiero a la Plataforma de Conversaciones convocada por las universidades de Chile y Católica bajo el título “Tenemos que hablar de Chile”. Contempló más de 12,000 participantes de todas las comunas de Chile, con 95,000 opiniones e ideas sobre 18 temas claves.

                 En dicho informe se aprecian tres percepciones principales que están viviendo los chilenos: Primero, incertidumbre, inseguridad y cansancio. Estados de ánimo negativos, en general; también ansiedad y miedo. Además, percibidos con gran intensidad. Hay un malestar múltiple, que es atribuido a diversas situaciones entre las cuales destacan, juntos, el Estallido Social y la Pandemia.

                En segundo lugar, los chilenos piensan que nuestro Estado deja mucho que desear. No apoya lo suficiente a la gente en situaciones de fragilidad y vulnerabilidad como la actual. Incluso peor; no sólo ayuda poco sino que a menudo hace daño.  Un Estado que no funciona como debiera; que no siente como suyas las preocupaciones de los ciudadanos comunes y corrientes. Un Estado formado por personas centradas en sus intereses propios; en los de los  funcionarios y elites dirigentes que trabajan en él. Un Estado que es más un factor de malestar que de bienestar; atrapado por intereses personales y por la búsqueda de conservar sus privilegios. Los chilenos tienen una visión muy crítica de la política y de los políticos. Quiere un cambio en las formas de hacer política.

                Y en tercer lugar – y en una aparente contradicción – los chilenos, a pesar de todo, todavía tienen esperanzas. Es precaria, volátil, frágil, pero existe. Cifran su esperanza sobre todo en una nueva Constitución Política que asegure más derechos al ciudadano común. De aquí el temor de algunos de un desengaño masivo al depositar demasiada confianza en una herramienta que por sí misma no puede hacer milagros. Tal vez esa esperanza está basándose más en arena que en roca; o que sea sólo un escape para hacer más llevadero el presente.

                Han surgido varias otras cosas novedosas y un tanto sorprendentes de estos diálogos. Algo diferente de las percepciones que dejan los medios de comunicación. Como, por ejemplo, la fuerte diversidad de puntos de vista, opiniones e ideas de las personas, sin que ella produzca necesariamente antagonismo. Hay disposición al diálogo y una ciudadanía mucho menos polarizada que las élites políticas y de los dirigentes sociales. También menos que en las redes sociales. La educación sigue teniendo prioridad como camino de desarrollo personal y social, así como fuente para generar más igualdad. Como dice el informe: “Si la Constitución es el camino para cambiar la política y el Estado, la educación es el camino para cambiar la sociedad y nuestras (malas) relaciones interpersonales” (www.tenemosquehablardechile.cl). Finalmente, no habría tanta discusión sobre lo económico en su dimensión macro (PIB, modelos, políticas, etc.), sino sobre las cuestiones económicas cotidianas: deudas, empleo, transporte público, trato, abusos.

                Si lo expresado en estos diálogos revela bien el sentir de los chilenos, uno podría proyectar que el perfil de las personas que tenderán a ser elegidas en las cuatro grandes elecciones de este año serán quienes ofrezcan más credibilidad: seguridad, reducción de incertidumbre. Que gobierne con políticas confiables, que reduzca en lo posible la ansiedad, el miedo de más imprevistos. Que no traigan más confrontación, sino que acepte a fondo la diversidad. Que entienda que su tarea principal será empezar a poner en aplicación la Constitución que los ciudadanos hayan decidido; no una suya propia. No creo que la gente quiera gente muy ideologizada; la que tiene una solución propia preconcebida que sirve para todo tipo de problemas (como más Estado, y punto. Más mercado, y punto). Después de estos casi dos años tan intensos, creo que la gente preferirá a gobernantes con algo de calma, sin dejarse de ocupar de los problemas concretos de la gente. Posiblemente querrá dirigentes que conocen los problemas de la gente, tolerantes de la diversidad y con capacidad de llegar a acuerdos entre personas distintas para implementar soluciones concretas. Tal vez para Presidente, en resumen, más un Biden que un Trump. Gobernabilidad, responsabilidad, unidad y no más confrontación ni polarización.

                Algunas encuestas empezarán a preguntar regularmente sobre los atributos que tienen los diferentes candidatos según la opinión de los electores;  sobre todo, los que competirán en las primarias presidenciales. Creo que vamos a ver sorpresas, porque lo que la mayoría de los chilenos estaría  pidiendo no es lo que encuentran en las figuras ya conocidas que llevan muchos años en la palestra, saliendo en las entrevistas de los periodistas y titulares de los medios. Será un tiempo de novedades, interesante y desafiante.  Feliz año.

 

Los actores del Estallido, ¿Quiénes son?

Ernesto Tironi B.   16-12-20

                A pesar de miles de páginas  escritas de reportajes, columnas, artículos y libros sobre el Estallido y su saga,  creo que sabemos muy poco sobre el actor principal de ese drama en curso. Me refiero a las personas mismas que saltaron los torniquetes, quemaron las estaciones, saquearon supermercados, incendiaron iglesias y sedes universitarias y siguen yendo religiosamente a su ritual  de combate los viernes. Me sorprende que tan pocos medios hayan reporteado en profundidad sobre esas personas y sus grupos. Ni siquiera sobre aquellos detenidos, a propósito de la polémica generada por el quinteto de insólitos “parlamentarios” del indulto.  ¿Quiénes son esos actores claves?, ¿Dónde viven?, ¿Qué tienen en común? ¿Qué buscan? ¿Qué los mueve?

                Sólo sabemos las interpretaciones que han fabricado sobre ellos los periodistas, columnistas, académicos y políticos, casi siempre para avalar sus posturas ideológicas y juicios  previos. Nada sobre lo que verdaderamente movilizaría, motiva o impulsa a esas personas. Conocer esto bien es clave para encontrar una solución efectiva y justa.

                En semanas pasadas apareció el primer reportaje que me ha tocado ver que habla sobre esto, en la forma de una brillante entrevista al joven exjesuita y actual profesor de la PUC, Miguel Jaksic. Es la primera oportunidad en que escucho hablar de quienes conforman “la primera línea” como personas. Sí; de ellos como seres tan humanos como nosotros, chilenos como nosotros,  o como nuestros hijos/as o nietas, que han surgido y se han educado en la sociedad que nosotros hemos ido conformando con nuestros actos pasados y presentes.

                En la Revista Sábado del 5-12-20, pag.4, Jaksic empieza diciendo, “el poder ha empezado a disputarse en las calles, donde hay diferentes grupos que reclaman el reconocimiento de su identidad (…) Lo que los políticos no entienden es que para quienes ejercen la violencia, Van Rysselberghe y Boric son lo mismo: el establishment. En la periferia, las poblaciones, en las cárceles y el mundo de de los narcos, la violencia es una épica, es algo deseable, porque la violencia te da un lugar, te hace parte de un grupo, hace que te respeten, te sube la autoestima. El origen de esa violencia está en el abandono social, cultural, político y económico de muchas personas en Chile” y también abandono familiar, agrego por mi parte. Esa violencia se incubó cuando “por décadas se mandó la pobreza a la periferia en villas sin áreas verdes, con departamentos muy precarios, con todo el tejido social destruido, sin redes, y dejando a las personas muy lejos de sus trabajos” (más con el Transantiago, vuelvo a agregar,  y sin redes familiares básicas).

                Lo que agrego por mi lado viene de conocer la vida de muchos estudiantes de los colegios subvencionados que administro personalmente en poblaciones periféricas. No lo conozco por encuestas sociológicas. “Ahí se inició la semilla del conflicto que estalló 30 años después”, dice Kaksic. Cierto, acoto por mi parte,  pero se había iniciado no 30 sino 47 o 60 años antes, y no supimos ver cómo la energía negativa del abandono en la niñez, el dolor, sufrimiento y malestar se fue agudizando y multiplicando precisamente por  “el crecimiento económico y las  modernizaciones” que nosotros mismos creímos que serían una solución, incluyendo más (pero no mejor) educación. “Está claro que Chile es un mejor país (que hace 30 años atrás, dice Kaksic; no yo), es más democrático, con menos pobreza, mejor salud, con mejor educación, pero la pregunta es: ¿Por qué, si somos un mejor país, estamos más enojados que antes?”.  Muy importante pregunta, que no contradice necesariamente lo que tantos viejos Concertacionistas y otros reclaman: un progreso que no se puede desconocer. “La respuesta es, dice Jaksic, que al estar (hoy) más educados sobre lo que no tenemos, somos más conscientes de los abusos que se han sufrido.”  Creo que aquí está el meollo del asunto, de nuevo con la educación como factor gravitante. Y agrega, “La autoridad piensa que correteando a las personas el problema se va a resolver; poniendo más guardias”. Jamás, contesta. Entonces, “¿Cómo se hace para permear esa élite?”, le pregunta el periodista; “Yo creo que la élite no tiene que permearse, sino que hay que repartir el poder”, responde el entrevistado. “No basta con la idea de que los colegios del barrio alto abran becas para los niños de sectores populares. No creo en eso que pone el centro en la idea de que los otros deben venir a ser como nosotros, en vez de tener mejores colegios en todos los barrios para que el poder se desagregue”.

                Esta interpretación micro-socioeconómica de lo que ha pasado y está pasando en nuestra sociedad es profundamente consistente con los datos macro-económicos que otros enfatizan (como tasa de crecimiento del PIB), pero le dan un sentido socio-emocional inverso. Las élites extrapolan sus vidas, ya estructuradas social, histórica y familiarmente e interpretan que todos los demás deberían estar contentos y agradecidos de los progresos alcanzados en la sociedad, la economía y  educación. Pero esos “otros” o “los demás”, precisamente gracias a esa educación, se dan más cuenta que antes que la sociedad y esos otros con más poder los miran como personas de una categoría inferior. Eso se percibe agudizado por esos jóvenes heridos emocionalmente por sus carencias en la niñez, y su falta de  raíces  familiares e históricas, que les permita comprender y aceptar una gradualidad para el acceso pleno a la sociedad en igualdad de condiciones con quienes conforman el establishment.

                ¿Cómo abordar y corregir esto? No sé; estimo que debemos  seguir observando, escuchando e indagando a un nivel más humano y micro-social, lo que espero hacer en el futuro.