“Está mal la cosa”, ¿entonces?
15-4-9
Cuando la tercera persona en esta
semana me dice, “¿No te parece que las cosas en el país andan bastante mal?”,
decidí dejar la columna que estaba escribiendo y meterme a tratar de entender
qué está pasando.
Pregunté más, y las respuestas
fueron del tipo:”Ya no se puede confiar en nada”; “corrupción en todas partes,
abusos”; “instituciones que admirábamos, y de las que nos sentíamos orgullosos
como país, hoy en el suelo sin inspiran ninguna confianza”; “puras malas
noticias cuando uno abre el diario”, etc. El rostro, nariz y frente arrugada con que me hablaban, y las cejas
fruncidas, eran aún más elocuentes que
sus palabras. Busqué indagar si esa percepción vendría de algo personal que les
habría pasado, como por ejemplo, que tuvieran miedo de perder el trabajo, que
la economía se derrumbara, u otra cosa así. No era el caso de ninguno.
¿Qué está pasando? ¿Qué habrá detrás
de esas percepciones?, me pregunto. ¿A qué nos podría llevar seguir pensando
así? ¿Cómo cambiar?, son otras inquietudes que me vienen.
No pretendo tener respuestas
estadísticamente representativas del sentir nacional. Tengo sí la impresión que
anda mucha gente con el ánimo decaído, medio desilusionados de la marcha del
país. Como que no se quiere saber más de los temas que aparecen cada noche en
los noticiarios: peleas políticas, entre fiscales, juicios por doquier, nuevos
abusos, tribunales dejando libre a gente aparentemente por tinterilladas o
dudosas prescripciones, trato injusto entre poderosos y ciudadanos comunes por
las mismas faltas, etc. etc. Los medios de comunicación confunden, más de lo
que aclaran. Parece que de adrede (tal vez para crear más polémica) dicen un día que una persona es proba, y fue
quien denunció un delito, y al día siguiente informa que es un delincuente.
Pero ni el periodista ni el medio aclaran bien quién dice qué o porqué cambió
esa condición. Entonces la gente común deja de querer informarse, se siente más
confundida y menos cree en nadie.
En síntesis, una forma de decir lo
que me parece nos está pasando es que en muchos chilenos hay una molesta
emocional, un estado de ánimo, que es mezcla de confusión, desilusión,
cansancio, y desesperanza respecto a la marcha del país.
¿Será algo temporal o algo que puede
mantenerse y conducir a nuevos comportamientos? Esto dependerá, entre otras
cosas, de las causas del fenómeno.
Podría ser que esto venga de la acumulación de “malas noticias”, tanto de instituciones corrompidas como de otro tipo.
Esto puede ser además amplificado por la propagación más rápida de esta
información por las redes sociales. Otros lo atribuyen principalmente a la
situación política; en particular la parálisis que ha creado la mayoría de un
Parlamento que se niega siquiera a discutir los proyectos de ley que el actual
gobierno propone.
Personalmente estimo que
probablemente las causas son una mezcla de las dos anteriores. La gente está
muy aburrida de la política, aunque mejor sería decir, del tipo de comportamientos,
temas y prioridades de nuestros dirigentes políticos, tanto de gobierno como de
oposición. Me parece que el gobierno de
Piñera no sopesó lo suficiente que tiene un parlamento con mayoría opositora a
su programa. Que se equivocó al ir dejando sus propuestas iniciales de unidad
nacional, para volver a su tono
beligerante, del cual sus opositores están muy sensibles. Y sobre todo, algo
que me parece inexplicable por el largo tiempo que tuvo el presidente para
armar su gobierno equivocó al demorar tanto en presentar al parlamento sus
proyectos claves: el tributario, laboral y de pensiones. Perdió el tiempo
mágico de su luna de miel. Exactamente lo contrario que había hecho Bachelet,
incluso teniendo mayoría en el parlamento.
Ahora ya ha perdido mucho apoyo
ciudadano y ha entrado a la etapa en que muchos empiezan a pensar más en las
próximas elecciones. Uno se pregunta si valdrá la pena sacar adelante proyectos
de ley remendados que pueden ser peor que lo que tenemos; o sea que el remedio
sea peor que la enfermedad. Aunque se apruebe la idea de legislar en
ellos…¿seguir en las batallas que hemos visto? Hay muchas materias que mejorar
en el país sin requerir nuevas leyes.
Acelerar el mejoramiento del transporte público, de la construcción de
los trenes a Melipilla y Valparaiso, de la seguridad ciudadana, de la atención
en los servicios de salud, el funcionamiento de servicios públicos, de los
tribunales de justicia, etc.
Por parte de los ciudadanos, podríamos
sacar algunas lecciones y emprender acciones para salir de la situación y el
malestar en que hemos caído. Primero, hacer un esfuerzo deliberado de no
quedarnos en lo negativo, sino enfocarnos en lo mucho de positivo que tenemos
en el país. Dejar de ver las noticias que predominan en la TV de hoy hasta que
se queden sin televidentes. Pensarlo dos veces antes de reproducir Ws o tuits
ofensivos contra quienes piensan distinto a nosotros. Y, por sobre todo,
aprender que la elección de parlamentarios sensatos y menos ideologizados es
tan importante como elegir Presidente. Ambas instituciones son claves para un
buen gobierno. Ser más cuidadosos en por
quién votar para parlamentario, y exigir cambios como limitar la reelección de
ellos. Tomar consciencia de que si queremos un país andando bien no podemos
simplemente desinteresarnos de la política. Lo que tenemos hoy es consecuencia
de quienes nosotros elegimos. Los errores que cometamos en esto inevitablemente
nos repercutirán. Los cambios no van a llegar por echarle la culpa a uno o a
otro. Seguir como espectadores de la política nacional nos puede salir muy
caro. Tenemos al lado los ejemplos de Argentina y Venezuela. Si dejamos de
actuar a tiempo nosotros, entonces lo harán otros y viviremos quejándonos en vez de celebrando lo que tenemos y podemos
llegar a ser.