Desarrollo y Emprendimiento

Por qué este blog? Porque he dedicado mi vida profesional a aportar al desarrollo económico de Chile estudiando qué medidas ayudarían más al crecimiento y la equidad, y publicando lo que he ido descubriendo. Ahora quiero aprovechar esta tecnología para ampliar el diálogo con otros sobre este tema.

Mi foto
Nombre: Ernesto Tironi
Ubicación: Las Condes, Santiago, Chile

Economista, empresario y educador (1947). Profesor Ingeniería Industrial Universidad de Chile, Asesor y Director de Empresas y de Sociedades del sector Educacional. Ex embajador ante Naciones Unidas y Gerente General de CORFO.

lunes, enero 27, 2020


Estallido: ¿Y si nos jugamos por lo positivo?

Ernesto Tironi B.  23-1-20

                Si el Estallido social nos dejó perplejos y todavía no entendemos suficiente su origen ni por qué las formas que tomó, la última encuesta CEP nos dejó más en el suelo. Esto a nosotros  los viejos. No sé qué pensarán de ella los jóvenes, ni menos quienes han apoyado entusiastamente el estallido.

                Leer los numerosos, agudos e ingeniosos comentarios de la CEP por parte de nuestros columnistas habituales me dejaron por sobre todo una conclusión: estamos muy mal y además en el país predomina un profundo pesimismo sobre nuestro futuro.  En unos, especialmente porque todo lo  hecho para atrás está  mal  (“no eran 30 pesos sino 30 años”).  Y en otros,  porque se ha instalado la violencia, no se respeta nada, la confianza en las instituciones está por el suelo y no se vislumbran líderes capaces y confiables.  Conclusión: nada que hacer. Cuando decimos o sentimos esto, el resultado es claro: depresión.  En nuestro caso es tanto a nivel personal como de la sociedad en su conjunto. A mi, leer las columnas sobre la CEP me dejó más deprimido y desesperanzado que leer la encuesta misma.

                ¿Es posible salir de este estado? ¿Es muy ingenuo siquiera intentarlo en las actuales circunstancias? ¿Cómo?   Sin pretensión de nada, me propongo intentarlo.  Primero, haciéndome algunas preguntas distintas.  Ampliando  ámbitos a  considerar.  Como por ejemplo, ¿No habrá acaso algunas cosas buenas dentro de todo lo que ha pasado? ¿Cuáles?  ¿Existe al menos la posibilidad de hacer algunos cambios positivos en el país conservando varias de las cosas buenas que traíamos?

                El segundo paso para salir del pesimismo y la frustración en que uno cae al leer tantas noticias de rabia y destrucción,  es recordarme que aquí todavía no está todo en el suelo.  Estamos vivos,  funcionando, deliberando, y nada ha sido completamente destruido. No hay un futuro negro marcado en roca, ya inevitable. Ningún futuro posible está ya cerrado. El abanico de destinos a los cuales llegar es todavía amplio.  Tercero,  el lugar donde lleguemos como país en 10, en 20 o 30 años más depende sobre todo de nosotros:  quienes hoy vivimos aquí. Y lo cerca que lleguemos (o no) al destino que nos propongamos, dependerá de  lo que nos involucremos, participemos y movilicemos a amigos y conocidos, cercanos y lejanos.

                Por último, salir de la depresión y el pesimismo requiere de mi voluntad. Tomarme los remedios. No permitirme actuar como víctima, ni dejarme sentir impotente y como  mero espectador. Requiere que deje de leer  Tuits y WS de grupos que se refocilan en la desgracia, la crítica a otros y la queja. Participar positivamente. Como intentar escribir esta columna sobre este tema y no  quedarme en lo escrito al final del segundo  párrafo, por cierto que sea.

                Entonces, soñemos. ¿Y si de esta crisis saliéramos mucho mejor que antes de ella?  ¿Cómo me gustaría que saliéramos?  ¿Hacia dónde?.   Sigo: Me gustaría y no creo imposible que salgamos hacia un país con mayor equidad, menos desigualdades económicas, sociales, culturales y educacionales.  Pero también menos centrado en lo económico y en el consumo de más y más cosas.  Que siguiéramos creciendo económicamente pero no a cualquier costo, y sin ese afán permanente en que todo debe siempre crecer.  Aprender no sólo a cuidar más nuestro medio ambiente, sino a conservar todo más; reparar las cosas que tenemos y no automáticamente botar y comprar más cosas nuevas.

                Me gustaría que ordenáramos nuestras ciudades de manera muy distinta.   Con  tantas  plazas públicas y áreas verdes en las poblaciones del sur y poniente de Santiago como en los barrios acomodados. Más plazas de juego para los niños y bancos donde se sienten los ancianos a pasar el calor y tomar aire bajo la sombra de añosos árboles. Con más seguridad y menos peligro de robos y drogas.   Ciudades donde dejáramos de usar tanto  los autos. Que caminemos más. Nos veamos las caras con respeto y sin miedo. Nos atropellemos menos y saludemos más.  Que nos sintamos más hijos de esta misma tierra.

                Sueño con una convivencia más respetuosa en todos los lugares públicos. Con menos estrés  y empujones en el Metro, las veredas, los estadios y las cajas de los supermercados. Con más cultura. Más conciencia de formar parte de una comunidad.

                Y que todo esto no surja sólo de leyes impuestas a los ciudadanos por el Parlamento y el Estado,  ni del Programa de algún candidato, ni de una mítica y peleada  Nueva Constitución. Tampoco que se pague con fondos de un  Estado obeso  que todos pelean por controlar para  aparecer como a quien debemos agradecer lo que logremos. Menos todavía  que lo hagamos por miedo. No.  Sueño que todo esto surja paulatinamente de la toma de conciencia y de la educación que adquirimos a medida que progresamos todos como simples seres humanos. Sí; que brote de una mejor educación de todas nuestras niñas y niños gracias a profesores conscientes de sus nuevas y mayores responsabilidades hoy.

                Sueño y creo posible que de esta crisis salgamos con grandes empresarios y personas  ricas volviéndose más generosas. Que decidan ellos y nosotros – grupos medios altos y educados – por voluntad propia dedicarnos más a hacer filantropía. A compartir parte de lo que hoy tenemos con los demás, de las más variadas y múltiples formas que podamos inventar. Por ejemplo,  creando fundaciones y organizaciones que favorezcan a personas necesitadas. Que nos aboquemos a eso con tanta dedicación como antes le destinamos a crear y hacer crecer empresas, o a sacar nuestros títulos de postgrado.  Y así, con ese esfuerzo y talento,  devolverle a lo sociedad lo que hemos recibido de ella,  desarrollando fundaciones o corporaciones que atiendan ancianos enfermos, que construyan y operen centenares de consultorios  de salud privados sin fines de lucro en las poblaciones,  que complementan pensiones a quienes no les alcanzan, que sorteen elevadas sumas de dinero para premiar trabajadores independientes de bajos ingresos que tengan sus cotizaciones al día,  que rehabiliten  a delincuentes y drogadictos,  etc, etc, etc.  Así,  alentar que se multipliquen las obras de generosidad y solidaridad mucho más que obtener altas utilidades en las empresas. Que éstas importen sólo como forma de financiar eso que sirve a que todos  compartamos una vida y un país del cual nos sintamos orgullosos.
                Finalmente, me gustaría salir  hacia ese Chile que sueño como he esbozado,  por la vía de los acuerdos y no de las imposiciones. Salir por la vía de la paz y el respeto, y no de la violencia y la desconfianza.

                Todo esto es demasiado iluso estarán diciéndose muchos lectores. Así puede parecer, respondo. Pero no tanto.  Hace sólo 35 años atrás muchos de Uds que están leyendo estas líneas recordarán que este mismo país venía saliendo de una convulsión social  tan aguda como ésta  (“Las protestas del 83”) que terminó con un atentado al entonces Presidente de la República. Sin embargo, pocos años después Chile recuperó en paz la democracia.  Algo que la  mayoría del país, por motivos distintos y opuestos,  consideraba  imposible.  Especialmente para los grupos políticamente más de izquierda eso era una ingenuidad.  Pero lo logramos.

                Entonces empezó en 1990 un gobierno formado por personas que habían sido de la UP y otros desconocidos.  Un significativo porcentaje de la población – el 45%, y no sólo de  la derecha y el empresariado – tuvo un gran temor sobre qué iba a pasar (“dónde vamos a ir a parar”). Y no ocurrió la catástrofe que tanto temían, sino que en los 20 años siguientes el país progresó como nunca antes en toda su historia.

                Tal vez no es tan ingenuo entonces soñar de nuevo. Depende de cada uno de nosotros proponernos pensar en positivo, atrevernos, involucrarnos y trabajar para hacer de esta crisis el inicio de algo mejor para Chile.



[1]   Publicado en www.ellibero.com  el   sábado 25 de enero 2020.


¿Chile cambió?  
Ernesto Tironi B.     9-1-20

                Entre las tantas frases hechas que hemos escuchado el último tiempo está la de que: “Chile cambió; ya nunca más será como antes”.  Interesante apreciación. ¿Será una afirmación; un juicio sobre lo que ocurrió, un pronóstico?  Puede ser cualquiera de esos actos de habla y tener  varios significados más.  Parece decir mucho, pero tal vez dice muy poco.

                Uno de los  significados de esa frase puede ser  la  interpretación que desde lo de octubre  ya no serán admisibles o posibles a futuro en Chile los abusos, desigualdades e injusticias que han existido hasta ahora.  ¿Irá a ser tan así, me pregunto?  ¿Por qué motivo? ¿No se estará suponiendo que para que haya los cambios buscados basta la violencia, la fuerza  y la rabia expresada por muchos en las calles este tiempo?  ¿Será eso suficiente?  ¿Se habrán planteado estas preguntas  los instigadores y ayudistas del movimiento de octubre?   Mi propia apreciación es que esa interpretación puede ser algo ingenua. Puede ser más la expresión de un deseo (lo que los gringos llaman “wishfull thinking”) antes que una apreciación fundamentada y probable.

                ¿Significan estas consideraciones que se nos viene encima un futuro desastroso? No creo eso tampoco.  Estimo que es muy temprano para vaticinar nada, como le dijera Chou en Lai a Kissinger:  de que para ellos no había pasado suficiente tiempo como para evaluar los efectos de la Revolución Francesa. Sí; el 2019 probablemente será un punto de inflexión en la historia de Chile, pero hacia qué es prematuro vaticinar.   Además – y más importante – es que el abanico de posibilidades hacia las cuales puede enrumbar nuestro país a partir de Octubre del 19 es mucho más amplio  de lo que siquiera somos capaces de imaginar. Así como no imaginamos lo que podía iniciarse ese mes a partir de un alza modesta del precio del Metro, ¿por qué vamos a anticipar mejor ahora el curso que tomará el desarrollo de Chile?   Ese abanico va desde cambios significativos hacia mayor democratización política,  en el modelo económico,  en la cultura, etc. hasta una regresión a un sistema político autoritario, ya sea de corte populista, socialista o más capitalista, con o sin abierto apoyo militar. Personalmente prefiero lejos lo primero, pero no veo ni la marea, ni los vientos soplando claramente en esa dirección.

                Tomar consciencia de lo anterior puede ser el primer paso para encontrar un camino que permita cambios sostenibles en el tiempo. Estos son los que surgen del fondo de cada persona inicialmente un grupos opuestos;  voluntariamente, provenientes  de sí mismos,  y no de la imposición a la fuerza por el otro,  ni del miedo al otro.  Hasta ahora no veo suficiente cambio de este tipo.

                No noto que las personas hayan cambiado tanto desde el 18-O. Y esto es lo que al final importa. No veo a personas con altos patrimonios, decir, por ejemplo: “Sí, de ahora en adelante me dispongo a pagar más impuestos”.  No he escuchado a nuestros gobernantes, ni en el Parlamento ni en el Ejecutivo, gobierno y oposición, decir: “No podemos seguir en estas disputas políticas permanentes; vamos a buscar puntos medios y acuerdos, para sacar adelante decisiones como la reforma de pensiones, aunque no comprendan el 100% de mis preferencias”. No veo tampoco a dirigentes estudiantiles decir: “Tal vez insistir en el 100% de gratuidad de la universidad es excesivo, y debemos dejar fondos para mejorar las pensiones de los abuelos”. Al final, los cambios que observamos hasta ahora son, paradojalmente, los impulsados por el odiado presidente Piñera: el alza de las pensiones solidarias mínimas y del ingreso mínimo.

       Considero que la famosa decisión de redactar una nueva constitución no es tan crucial como la presentan los políticos. Es lo que ellos consideran indispensable porque les da un rol protagónico y es lo que tienen a la mano y conocen. También la mayoría de la población se ilusiona con esa receta fácil. Podría equivocarme, pero creo que se invertiría mejor el tiempo de Diputados y Senadores encerrándose en el Parlamento hasta sacar adelante buenas leyes entre las que vegetan postergadas por falta de flexibilidad y dedicación de los parlamentarios. Además alimentan la ilusión de muchos de que sólo con la nueva constitución se va a mejorar la distribución de los ingresos y los otros problemas que agobian a millones de chilenos como son el mal transporte y salud públicos, bajas pensiones, la falta de áreas verdes en las poblaciones y varios otros.

            Para permitir que las personas cambiemos, estimo que es necesaria la reflexión y ello requiere una pausa que aquiete nuestro ánimo y nuestra mente. Así operamos los seres humanos.  En este sentido, entre los aportes más valiosos que he visto de la sociedad civil chilena en relación con los tiempos sociales y políticos que vivimos,  existe una declaración suscrita por organizaciones gremiales de tamaño mediano vinculadas al comercio, transporte, industria, agricultura y servicios, encabezadas por la Cámara de Comercio de Santiago. La llamaron justamente “Una pausa por el trabajo”. Allí, entre otras cosas señalan: “Hacemos un llamado a una pausa que nos permita un tiempo de conversación y acercamiento entre personas que pensamos en forma diferente, porque tenemos la convicción que, por distintos que sean nuestros puntos de vista, todos perseguimos convivir mejor en el país que amamos.”  Invito a no solo leer sino poner en práctica lo planteado en esa declaración que se puede encontrar en la página web de dicha Cámara.  Tal vez caminos como ese nos permita llegar como país a un mejor puerto.



[1] Publicado en www.ellibero.com el 10 enero 2020.


Una Pausa por el Trabajo

Nosotros, organizaciones vinculadas al trabajo en los sectores del comercio, transporte, industria, agricultura, servicios, fundaciones y entidades representativas de la sociedad civil, frente a las dramáticas circunstancias por las que atraviesa nuestro país, que cada día dejan nuevas víctimas entre los chilenos, formulamos un ferviente llamado  para no perder nuestro país, hacemos un llamado a una pausa.

Una pausa que nos permita un tiempo de conversación y acercamiento entre personas que pensamos en forma diferente, porque tenemos la convicción que, por distintos que sean nuestros puntos de vista, todos perseguimos convivir mejor en el país que amamos.

El mundo del trabajo, es el mundo de la familia. Detrás de cada emprendimiento hay un promedio de 6 familias que necesitan seguir adelante.

Asimismo, esta pausa o tregua nos dará el tiempo de entregar mejores pensiones a los ancianos, aumentar el ingreso mínimo de los trabajadores, acceder a medicamentos y atenciones de salud en mejores condiciones para nuestros enfermos.  Solo después de cumplidos estos pasos iniciales sabremos, primero, si se ha cumplido  lo comprometido por nuestras autoridades y, segundo, si las medidas tomadas han sido efectivas, o si es necesario corregir algunas o adoptar otras nuevas.

Este tiempo de reflexión y diálogo, personal y social, permitiría recoger los llamados realizados por diversas entidades, sindicatos y organizaciones de la sociedad civil, tales como:
“Mantener una posición positiva y de colaboración con el difícil momento que está viviendo el país”.
“Evitar que los violentistas corten el país y así asegurar el aprovisionamiento de mercaderías, medicamentos y otros bienes esenciales para la vida diaria de los chilenos…”.

Para materializar esta pausa hacemos un llamado y nos comprometemos a:
1.      No más convocatorias a marchas ya que, por pacífica que sea la intención de los participantes, hemos sido testigos de las graves consecuencias,resultando en personas heridas y abusadas.
2.      Colaborar a la  recuperación de la infraestructura dañada.
3.      Participar de un voluntariado para la recuperación de los espacios públicos, áreas verdes y organizaciones sociales.
4.      Organizar eventos de apoyo a fundaciones y pequeños comercios dañados (ferias en lugares públicos, conciertos, sorteos), de forma de ayudarlos a salir adelante.
5.      Aprovechar las celebraciones de fin de año, como la Navidad,  para incentivar acciones de buena voluntad en las familias, vecinos y trabajadores, de manera que  se encuentren y dialoguen en sus casas y empresas. Para tomar conciencia que, más allá de la fe religiosa de cada uno, existen valores comunes que pueden unirnos en estos tiempos difíciles.

Suscriben diversos gremios de pequeños y medianos empresarios encabezados por la Cámara de Comercio de Santiago.  Ver www.ccs.com