¿Chile cambió?
Ernesto Tironi B. 9-1-20
Entre las tantas frases hechas
que hemos escuchado el último tiempo está la de que: “Chile cambió; ya nunca
más será como antes”. Interesante apreciación.
¿Será una afirmación; un juicio sobre lo que ocurrió, un pronóstico? Puede ser cualquiera de esos actos de habla y
tener varios significados más. Parece decir mucho, pero tal vez dice muy
poco.
Uno de los significados de esa frase puede ser la
interpretación que desde lo de octubre
ya no serán admisibles o posibles a futuro en Chile los abusos,
desigualdades e injusticias que han existido hasta ahora. ¿Irá a ser tan así, me pregunto? ¿Por qué motivo? ¿No se estará suponiendo que
para que haya los cambios buscados basta la violencia, la fuerza y la rabia expresada por muchos en las calles
este tiempo? ¿Será eso suficiente? ¿Se habrán planteado estas preguntas los instigadores y ayudistas del movimiento de
octubre? Mi propia apreciación es que esa
interpretación puede ser algo ingenua. Puede ser más la expresión de un deseo
(lo que los gringos llaman “wishfull thinking”) antes que una apreciación
fundamentada y probable.
¿Significan estas
consideraciones que se nos viene encima un futuro desastroso? No creo eso tampoco. Estimo que es muy temprano para vaticinar
nada, como le dijera Chou en Lai a Kissinger: de que para ellos no había pasado suficiente
tiempo como para evaluar los efectos de la Revolución Francesa. Sí; el 2019
probablemente será un punto de inflexión en la historia de Chile, pero hacia
qué es prematuro vaticinar. Además – y
más importante – es que el abanico de posibilidades hacia las cuales puede
enrumbar nuestro país a partir de Octubre del 19 es mucho más amplio de lo que siquiera somos capaces de imaginar.
Así como no imaginamos lo que podía iniciarse ese mes a partir de un alza
modesta del precio del Metro, ¿por qué vamos a anticipar mejor ahora el curso
que tomará el desarrollo de Chile? Ese
abanico va desde cambios significativos hacia mayor democratización
política, en el modelo económico, en la cultura, etc. hasta una regresión a un
sistema político autoritario, ya sea de corte populista, socialista o más
capitalista, con o sin abierto apoyo militar. Personalmente prefiero lejos lo
primero, pero no veo ni la marea, ni los vientos soplando claramente en esa
dirección.
Tomar consciencia de lo anterior
puede ser el primer paso para encontrar un camino que permita cambios
sostenibles en el tiempo. Estos son los que surgen del fondo de cada persona
inicialmente un grupos opuestos; voluntariamente,
provenientes de sí mismos, y no de la imposición a la fuerza por el
otro, ni del miedo al otro. Hasta ahora no veo suficiente cambio de este
tipo.
No noto que las personas
hayan cambiado tanto desde el 18-O. Y esto es lo que al final importa. No veo a
personas con altos patrimonios, decir, por ejemplo: “Sí, de ahora en adelante
me dispongo a pagar más impuestos”. No
he escuchado a nuestros gobernantes, ni en el Parlamento ni en el Ejecutivo,
gobierno y oposición, decir: “No podemos seguir en estas disputas políticas
permanentes; vamos a buscar puntos medios y acuerdos, para sacar adelante
decisiones como la reforma de pensiones, aunque no comprendan el 100% de mis
preferencias”. No veo tampoco a dirigentes estudiantiles decir: “Tal vez
insistir en el 100% de gratuidad de la universidad es excesivo, y debemos dejar
fondos para mejorar las pensiones de los abuelos”. Al final, los cambios que
observamos hasta ahora son, paradojalmente, los impulsados por el odiado
presidente Piñera: el alza de las pensiones solidarias mínimas y del ingreso
mínimo.
Considero que la famosa decisión de
redactar una nueva constitución no es tan crucial como la presentan los
políticos. Es lo que ellos consideran indispensable porque les da un rol
protagónico y es lo que tienen a la mano y conocen. También la mayoría de la
población se ilusiona con esa receta fácil. Podría equivocarme, pero creo que
se invertiría mejor el tiempo de Diputados y Senadores encerrándose en el
Parlamento hasta sacar adelante buenas leyes entre las que vegetan postergadas
por falta de flexibilidad y dedicación de los parlamentarios. Además alimentan
la ilusión de muchos de que sólo con la nueva constitución se va a mejorar la
distribución de los ingresos y los otros problemas que agobian a millones de
chilenos como son el mal transporte y salud públicos, bajas pensiones, la falta
de áreas verdes en las poblaciones y varios otros.
Para permitir que las personas
cambiemos, estimo que es necesaria la reflexión y ello requiere una pausa que
aquiete nuestro ánimo y nuestra mente. Así operamos los seres humanos. En este sentido, entre los aportes más
valiosos que he visto de la sociedad civil chilena en relación con los tiempos
sociales y políticos que vivimos, existe
una declaración suscrita por organizaciones gremiales de tamaño mediano
vinculadas al comercio, transporte, industria, agricultura y servicios,
encabezadas por la Cámara de Comercio de Santiago. La llamaron justamente “Una
pausa por el trabajo”. Allí, entre otras cosas señalan: “Hacemos un llamado a
una pausa que nos permita un tiempo de conversación y acercamiento entre
personas que pensamos en forma diferente, porque tenemos la convicción que, por
distintos que sean nuestros puntos de vista, todos perseguimos convivir mejor
en el país que amamos.” Invito a no solo
leer sino poner en práctica lo planteado en esa declaración que se puede
encontrar en la página web de dicha Cámara.
Tal vez caminos como ese nos permita llegar como país a un mejor puerto.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home