¿Yo nada que hacer?
¿Yo
nada que hacer?
Ernesto
Tironi 14 Nov. 2019
Veo mucha gente decir ante lo
que nos ha ocurrido en Chile desde octubre, “Ando con una pena”…y algunos
agregan… “¡Qué impotencia!, ver tanta destrucción de cosas que ha costado tanto
lograr”. Y desde allí la conversa se va rápidamente a criticar la ineptitud del
Presidente, de los políticos, del sistema económico, los abusos de las
empresas, y por ese camino seguimos. Todo está fuera de nosotros mismos, de
todo tienen la culpa los demás. ¿Y nosotros?; ¿yo, no tengo ninguna
responsabilidad de lo que nos ha llegado a pasar? La respuesta convencional que todos nos damos
es: “Por supuesto que no tengo responsabilidad; soy un simple ciudadano sin
cargo alguno de autoridad”.
¿Será tan así? ¿Será verdad que
en lo que ocurrido, los simples ciudadanos
no hemos tenido responsabilidad alguna? Mi respuesta es que sí la hemos tenido
y tenemos todavía mucha responsabilidad sobre el desenlace de esta crisis: para
bien o para mal. Digo más todavía: la salida depende fundamentalmente de una
decisión que cada uno de nosotros como persona libre y capaz de reflexionar
tomemos en los próximos siete días.
Veamos, empezando por mirar un
poco hacia atrás.
El Estallido Social de Octubre
comenzó como un incendio que se produce en una pequeña estufa. Esta fue la
evasión del pago del Metro que iniciaron los estudiantes. Podría haberse
apagado con un extintor. Pero no; apareció en vez el soplido de mil bocas como
fue el aplauso de los pasajeros en la estación. ¿Existe un ciudadano más de a
pie que un pasajero del Metro?. Pero la cosa no quedó ahí. El fuego se expandió
a la cocina entera cuando todavía más pasajeros celebraron la violencia con que
los estudiantes destruyeron los torniquetes. ¿Uds creen que no influyó en ellos
el aplauso anterior (a la evasión) para atreverse a romper torniquetes? Y de
allí, el paso a quemar las estaciones fue muy corto y todavía había aplausos, y
justificaciones por el malestar ante el alza del pasaje, los abusos de las
empresas, el gobierno insensible que no escucha, etc. El resultado fue la etapa
siguiente: saqueos, incendio de supermercados, destrucción de semáforos,
oficinas públicas. Y eso justificado por la opinión de muchos, especialmente
por políticos irresponsables de centroizquierda, que era un costo menor y
necesario para que el gobierno escuchara a la gente, mejorara más las
pensiones, cerrara las AFPs, terminara el CAE, el TAG, etc.,etc. Lo descrito es una simple comprobación más
de que las sociedades somos un sistema interconectado de individuos y grupos
impulsados por ideas, emociones e impulsos que se influyen y contagian unos a
otros.
Al principio de este proceso,
incluida la Marcha del Millón de personas en Santiago (el día 8), esas
reacciones de la gente en general y sus motivos para realizarlas parecían
atendibles. Pero desde el retiro de las Fuerzas Armadas de la calle, la eliminación
del alza del Metro y electricidad, la presentación de una sustantiva Agenda
Social, el cambio de gabinete, y otras importantes concesiones del gobierno,
cambió profundamente el contexto hace ya diez días. Sin embargo la violencia no
disminuyó. Al contrario, se extendió en amplitud a regiones y en grado de
violencia. ¿Por qué?
La respuesta frecuente ha sido
que la mantención de la violencia se debe a que sería un plan organizado por
ciertas fuerzas políticas o que la gente no confía en los ofrecimientos del
gobierno ni de otras instituciones. Son un engaño más. También se argumenta que
los políticos, parlamentarios y altas autoridades de gobierno son unos ineptos.
Quisiera proponer otra interpretación para que reflexionemos sobre ella.
Postulo que a lo largo de estos
27 días, millones de ciudadanos nos hemos planteado y respondido de determinada
manera una gran pregunta: ¿Sigo saliendo a la calle, a las manifestaciones, me sumo a la huelga de
mi sector, salgo a tocar cacerolas? ¿O no? .
A los millares que han salido, los otros les dicen en voz baja o alta: “¡Uds
están promoviendo la violencia, al amparar con sus salidas a la calle a los que
ocultándose detrás de Uds tiran piedras, incendian, saquean y destruyen!”. “¡No!”, responden ofendidos los de la marcha
del millón y muchos otros: “¡No amparamos la violencia, la condenamos, pero no
por lo que hacen otros, debería dejar de salir a la calle por lo que considero
justo y nos deben este sistema, el gobierno y la sociedad entera!”. Legítima
respuesta. Pero mi punto es el siguiente:
¿Seguirá siendo válida esta
respuesta HOY, después de las medidas tomadas y prometidas por el gobierno (algunas
ya acordadas por el Congreso) y de los destrozos ocurridos la última semana?
¿Acaso el contexto no ha variado? ¿Acaso
los motivos para salir a la calle ayer no podrán tener menos fundamento al
observar lo ya conseguido, por un lado, y la destrucción que he visto
realizarse, por otro lado? ¿Acaso, si reflexionamos, el cambio de
circunstancias permitiría cambiar mi conducta de seguir saliendo a la calle?
De esta crisis, salimos
solamente conversando; con diálogo. ¿Queremos seguir conviviendo todos en este
país, con respeto y en democracia, como nos pregunta de nuevo el gran Humberto
Maturana, uno de los sabios más prominentes de esta tribu/país? Pero no es con conversaciones sólo en el
Congreso o en la Moneda. Es también con conversaciones significativas en
nuestras casas, en la familia, con los jóvenes – incluso los que tiran piedras
e incendian – con nuestros hijos, nietas y colegas. Y también con nosotros
mismos. ¿Estamos haciéndonos cargo como ciudadanos, papás, mamás, abuelos,
trabajador, profesor, del sistema que estamos con-formando? ¿No habremos estado
compensando con cosas materiales nuestras ausencias; el no haber estado suficientemente
presentes en la crianza de nuestros hijos? ¿Será que por haber recibido tanta
cosa material mal regalada, ellos no valoran lo que están destruyendo, incluida
la imperfecta democracia que tenemos todavía?
La gran pregunta de hoy – 14 de
noviembre de 2019 – creo que es personal: ¿Será conveniente que salga de nuevo
a la calle a protestar, con todos los riesgos de destrucción que conlleva, o
mejor le doy una tregua al gobierno, aunque sea por tres meses, para ver si
realmente cumple y concreta las promesas que ha hecho? Esto sería un acto
personal de abstenerme de seguir empujando, no porque otros me dan ese argumento
de que contribuyo indirectamente a la violencia. Es porque yo decido regalar mi
confianza a algunos otros como el simple ser humano que soy. La dignidad de
este acto es que asumo mi responsabilidad de construir junto con los demás el
país que queremos ser. Dejo de que sean los políticos (del lado que sean)
quienes me vengan a decir después que ELLOS salvaron al país. Dejo también de
sentirme impotente frente a lo que pasa y construyo la posibilidad que salgamos
de esta crisis como un mejor país.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home