Desarrollo y Emprendimiento

Por qué este blog? Porque he dedicado mi vida profesional a aportar al desarrollo económico de Chile estudiando qué medidas ayudarían más al crecimiento y la equidad, y publicando lo que he ido descubriendo. Ahora quiero aprovechar esta tecnología para ampliar el diálogo con otros sobre este tema.

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Nombre: Ernesto Tironi
Ubicación: Las Condes, Santiago, Chile

Economista, empresario y educador (1947). Profesor Ingeniería Industrial Universidad de Chile, Asesor y Director de Empresas y de Sociedades del sector Educacional. Ex embajador ante Naciones Unidas y Gerente General de CORFO.

jueves, diciembre 26, 2019

Estallido y educación: mirada desde la escuela


Estallido y educación: mirada desde la escuela

Ernesto Tironi B. 26-12-19

                La relación que puede tener el Estallido social de 2019 con el sistema educacional  chileno, me parece a mí, es mucho más estrecha  y profunda de lo observado hasta ahora.  Aquí me limitaré a contarla desde la experiencia de multiples colegios subvencionados en comunas vulnerables  de Santiago  como Puente Alto, Quilicura, Maipú y varias otras.  No hubo un caso, sino varios centenares que vivieron los avatares del Instituto Nacional el 2019.

                ¿Qué pasó? ¿Cómo llegó a pasar? ¿Qué cabe esperar para el 2020 y después? Pocos parecen enterados  que la mayoría de los colegios públicos, prácticamente no funcionaron desde mediados  de octubre. Los no completamente en huelga por el paro de Profesores, pasaron operativos sólo un par de horas al día, las veces que no tuvieron que cerrar.  Abrían a su hora normal con entre el 40 y 60% de asistencia y mandaban los niños a la casa tipo 11 a 12 am, para evitar tomas y otras amenazas. Sólo que se quedaban los estudiantes para el almuerzo de la JUNAEB.

                 Los colegios fueron obligados a cerrar ya sea por tomas de sus propios alumnos o por amenazas de tomárselos por parte de turbas de 200 a 300 estudiantes muy exaltados que se apostaron frente a las entradas de ellos y exigían que se dejara salir a los alumnos de Media. Los directores debían obedecer ante riesgo de que le ingresaran al lugar destruyendo equipos, mobiliario o sufriendo incendios, como ocurrió en no pocos casos. El propósito de los manifestantes era múltiple. Principalmente mostrar su poder y además aumentar el contingente de estudiantes que se iban a realizar manifestaciones,  cortar el tránsito, cerrar otro colegio, etc.

                La mayoría de los directores de escuelas, sus colaboradores y docentes vivieron un tiempo de gran  miedo. Se  vieron completamente sobrepasados por la violencia. Día a día debían decidir si mejor cerrar o cuándo abrir de nuevo. Algunos clamaban al Ministerio que les dejaran cerrar el año escolar para evitar males mayores.

                Al final, la mayoría de los colegios públicos fueron salvados porque los apoderados decidieron defenderlos. A veces por madres con armas de fuego en las poblaciones más dominadas por el narcotráfico.  Hacían turnos, incluso en la noche. Se comunicaban sobre movimientos sospechosos por WS o  megáfono.  Por eso,  es probable que hubiera más destrucción  en establecimientos donde los apoderados estaban divididos y se había perdido más el afecto por el colegio, como en el Instituto Nacional.

                ¿Qué impulsaría a tantos estudiantes a tan inusitada violencia? Quienes vivieron esta experiencia estiman difícil no pensar que detrás de esos actos, consciente o inconscientemente,  estuvieron los padres y  profesores de esos niños y niñas.  No por la enseñanza de ideologías marxistas o slogans de la UP. Lo que esos niños han aprendido, quizás,  es la emocionalidad de frustración y resentimiento  atribuido “al sistema” que viven sus referentes adultos, tanto apoderados como profesores con quienes conviven.  Y esto expresado con los modos propios de la era de violencia en que nacieron y con la poca madurez emocional  propia de sus edades de adelantada adolescencia. Los estudiantes más activos y violentos eran de 8º Básico (14 años);  los de 4º Medio participaron mucho menos.  Finalmente, habría fuertes indicios de coordinaciones muy efectivas entre estudiantes vía redes sociales, con indicios de participación de adultos en ellas.

                ¿Qué  pasará el 2020 y qué hacer?  Es un tema para otra ocasión. Aquí un esbozo. Si las diversas manifestaciones continúan a nivel nacional, anticipo que los estudiantes escolares tendrán nuevamente un rol destacado. Pero no serían los iniciadores. Las escuelas y directivos pueden hacer mucho por encauzar mejor ese proceso si aprendieron de la experiencia del  2019. Primero, que es más necesaria que nunca la cercanía a los estudiantes y el diálogo con ellos, a pesar de sus arrebatos, insolencias, irracionalidades y violencia. No cejar. Segundo, los directivos tendrían que enfrentar a los profesores que van a hacer proselitismo ideológico más que a ser formadores de jóvenes verdaderamente autónomos, libres y responsables. Sus estudiantes no son la vía por la cual expresar sus propias frustraciones con el sistema. Y tercero, redoblar la cercanía de escuelas con los apoderados. Son los que más podrían ayudar a salidas pacíficas y positivas.