Estallido y educación: mirada desde la escuela
Estallido y
educación: mirada desde la escuela
Ernesto
Tironi B. 26-12-19
La relación que puede tener el
Estallido social de 2019 con el sistema educacional chileno, me parece a mí, es mucho más estrecha y profunda de lo observado hasta ahora. Aquí me limitaré a contarla desde la
experiencia de multiples colegios subvencionados en comunas vulnerables de Santiago
como Puente Alto, Quilicura, Maipú y varias otras. No hubo un caso, sino varios centenares que
vivieron los avatares del Instituto Nacional el 2019.
¿Qué pasó? ¿Cómo llegó a pasar? ¿Qué
cabe esperar para el 2020 y después? Pocos parecen enterados que la mayoría de los colegios públicos,
prácticamente no funcionaron desde mediados de octubre. Los no completamente en huelga por
el paro de Profesores, pasaron operativos sólo un par de horas al día, las
veces que no tuvieron que cerrar. Abrían
a su hora normal con entre el 40 y 60% de asistencia y mandaban los niños a la
casa tipo 11 a 12 am, para evitar tomas y otras amenazas. Sólo que se quedaban los
estudiantes para el almuerzo de la JUNAEB.
Los colegios fueron obligados a cerrar ya sea
por tomas de sus propios alumnos o por amenazas de tomárselos por parte de
turbas de 200 a 300 estudiantes muy exaltados que se apostaron frente a las
entradas de ellos y exigían que se dejara salir a los alumnos de Media. Los
directores debían obedecer ante riesgo de que le ingresaran al lugar
destruyendo equipos, mobiliario o sufriendo incendios, como ocurrió en no pocos
casos. El propósito de los manifestantes era múltiple. Principalmente mostrar su
poder y además aumentar el contingente de estudiantes que se iban a realizar
manifestaciones, cortar el tránsito,
cerrar otro colegio, etc.
La mayoría de los directores de
escuelas, sus colaboradores y docentes vivieron un tiempo de gran miedo. Se
vieron completamente sobrepasados por la violencia. Día a día debían
decidir si mejor cerrar o cuándo abrir de nuevo. Algunos clamaban al Ministerio
que les dejaran cerrar el año escolar para evitar males mayores.
Al final, la mayoría de los
colegios públicos fueron salvados porque los apoderados decidieron defenderlos.
A veces por madres con armas de fuego en las poblaciones más dominadas por el
narcotráfico. Hacían turnos, incluso en
la noche. Se comunicaban sobre movimientos sospechosos por WS o megáfono.
Por eso, es probable que hubiera más
destrucción en establecimientos donde
los apoderados estaban divididos y se había perdido más el afecto por el colegio,
como en el Instituto Nacional.
¿Qué impulsaría a tantos
estudiantes a tan inusitada violencia? Quienes vivieron esta experiencia
estiman difícil no pensar que detrás de esos actos, consciente o
inconscientemente, estuvieron los padres
y profesores de esos niños y niñas. No por la enseñanza de ideologías marxistas o
slogans de la UP. Lo que esos niños han aprendido, quizás, es la emocionalidad de frustración y
resentimiento atribuido “al sistema” que
viven sus referentes adultos, tanto apoderados como profesores con quienes
conviven. Y esto expresado con los modos
propios de la era de violencia en que nacieron y con la poca madurez
emocional propia de sus edades de
adelantada adolescencia. Los estudiantes más activos y violentos eran de 8º
Básico (14 años); los de 4º Medio
participaron mucho menos. Finalmente,
habría fuertes indicios de coordinaciones muy efectivas entre estudiantes vía
redes sociales, con indicios de participación de adultos en ellas.
¿Qué pasará el 2020 y qué hacer? Es un tema para otra ocasión. Aquí un esbozo.
Si las diversas manifestaciones continúan a nivel nacional, anticipo que los
estudiantes escolares tendrán nuevamente un rol destacado. Pero no serían los
iniciadores. Las escuelas y directivos pueden hacer mucho por encauzar mejor
ese proceso si aprendieron de la experiencia del 2019. Primero, que es más necesaria que nunca
la cercanía a los estudiantes y el diálogo con ellos, a pesar de sus arrebatos,
insolencias, irracionalidades y violencia. No cejar. Segundo, los directivos
tendrían que enfrentar a los profesores que van a hacer proselitismo ideológico
más que a ser formadores de jóvenes verdaderamente autónomos, libres y
responsables. Sus estudiantes no son la vía por la cual expresar sus propias
frustraciones con el sistema. Y tercero, redoblar la cercanía de escuelas con
los apoderados. Son los que más podrían ayudar a salidas pacíficas y positivas.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home