Síntesis de interpretación del Estallido basado en Maturana
Síntesis de una interpretación del
Estallido de Chile
Basado en
Maturana
Ernesto Tironi 7-12-19
Ese martes del miedo máximo (el 12 de
noviembre), el distinguido biólogo y Premio Nacional de ciencias Humberto
Maturana dio una extraordinaria entrevista en un Programa de Red TV, llamado
“Mentiras verdaderas”. Estimo que da
pistas tan profundas sobre lo que nos ha pasado, que intentaré aquí hacer un
extracto de algunos de los puntos que nos dan claves para entenderlo. Aclaro
que no es necesariamente la visión de él, sino la mía basada en algunas de sus
observaciones. El lector que quiera ver entera su entrevista, puede encontrarla
en YouTube o leerla en mi blog www.ernestotironi.blogspot.com.
Primero, ¿de dónde puede venir este
descontento social, o queja, que afloró tan fuerte, además o aparte de la
violencia? Maturana responde, “Yo creo que la
queja tiene que ver con un vivir bajo la declaración de que somos un país democrático pero (sin
ser verdaderamente) democrático. La democracia es un modo de convivir; no es
una teoría política; es un propósito de convivencia en el deseo mismo de convivir y de coexistir.
Entonces no es una declaración política,
es un propósito de convivencia, que inevitablemente, como propósito de
convivencia, se funda en el mutuo
respeto, en la honestidad en el conversar, en el escucharse, en el reflexionar
para poder tener un proyecto común de ese propósito de convivencia y
coexistencia”. O sea, Maturana empieza por destacar la deficiencia en esos
aspectos específicos de nuestro convivir: respeto, escucha, reflexión. Y en la consistencia en nuestra declaración
de ser democráticos, pero no practicar tanto una verdadera democracia.
En segundo lugar, destaca
el carácter poco cordial o amoroso de nuestras relaciones humanas. Y agrega que
esa cualidad de ser amoroso “se pierde en la infancia cuando uno no es
respetado. Todo sustantivo tiene un verbo que lo sostiene. El verbo que sostiene el sustantivo amor, la acción
que lo sostiene, es el dejar aparecer, el escuchar, el ver de modo que el otro
tenga presencia. Y las quejas de no ser amado, no ser querido, son siempre quejas por no haber
tenido presencia. Entonces sucede que, cuando se genera un espacio de
convivencia y no está esa condición fundamental, si queremos convivir en el mutuo respeto, en
la conversación reflexiva, en el poder cambiar de opinión para generar un
proyecto común, no se vive en el amar. Entonces se vive en la queja de no me
escucha, no me ves, no me quieres”. ¿Cuánto de esto vemos hoy en niños y niñas
en las escuelas, universidades y
familias chilenas? Y agrega, “El amar no es una teoría, es un modo de relacionarse,
escuchar, dejar aparecer. La democracia no es una teoría; es un modo de convivir en el escuchar y en el
dejar aparecer. Y porque se quiere justamente convivir, se es honesto”.
Tercero, sobre nuestras prácticas de
gobierno señala algo que considero genial. Que “tenemos un
discurso que en cierta manera niega esa posibilidad de escuchar y dejar aparecer al otro. Hablamos de gobierno y oposición. Sí, elegimos
nuestras autoridades, elegimos a quien delegamos ciertas responsabilidades en la convivencia, pero
hablamos del gobierno y de la oposición.
Entonces al hablar de gobierno y de oposición estamos en una confrontación. Deberíamos hablar en vez, de
gobierno y colaboración. Yo oposición, voy a defender mi postura, yo gobierno,
voy a defender mi postura; gobierno vs oposición. Pero si es gobierno y
colaboración, yo tengo una responsabilidad asignada. Porque no es cuestión de
poder. La elección de un presidente es
la asignación de una responsabilidad; yo soy responsable administrativo como
presidente. Y si estoy con una oposición voy a estar siempre en lucha. Pero si es una colaboración vamos a
conversar. ¿En torno a qué? En torno a
los temas de la comunidad”.
Enseguida profundiza en por qué puede
pasarnos eso, señalando que tendemos a hablar más desde nuestras ideologías o
teorías antes que desde los propósitos que declaramos o convenimos. Y dice, que
“si tenemos una
teoría política que tiene ciertas premisas básicas que yo considero mis
principios, no voy a reflexionar sobre ello, voy a estar atrapado en los
principios... Lo que pasa es que en las
teorías, las premisas fundamentales que son aceptadas a priori, son tratadas
como verdades, entonces uno no reflexiona sobre ellas. Pero si yo las trato
como principios que yo adopto, desde mi preferencia, desde mi emoción, puedo
poder revisarlos. Porque puede ser que hay momentos en que yo tenga que cambiar
de elementos básicos (de principios o premisas)
para poder resolver un problema.
Toda teoría política, filosófica, culinaria, matemática se funda en
premisas básicas aceptadas a priori que constituyen el fundamento de un
desarrollo lógico. O sea toda teoría es un sistema lógico, pero a partir de
ciertas premisas básicas aceptadas a priori. Entonces si yo me encuentro con
una situación que queda afuera de ese espacio (de premisas), debería poder
revisar mis premisas o ser consciente que adopto otras, o desarrollar otros
sistemas reflexivos en relación a la situación en que me encuentro”.
Más adelante agrega sobre algo que se ha
repetido bastante estos meses de que que tenemos que
escucharnos más: “tenemos que ver qué es lo que está sucediendo para darnos
cuenta y actuar adecuadamente. Pero adecuadamente significa de acuerdo a la
naturaleza del problema que vemos, no necesariamente en relación a una teoría.
Todos los conflictos humanos son
conflictos de deseos, nos encontramos con deseos contradictorios, entonces,
¿queremos convivir o no? Ahí está el
tema. Si no queremos convivir, vamos a
seguir tratando de imponer un deseo
sobre el otro. En cambio, si queremos convivir nos vamos a detener a
reflexionar en ¿cómo es que tenemos
deseos contradictorios?
¿Podemos encontrar un espacio en el cual nuestros deseos no sean
contradictorios si queremos convivir?”.
Luego destaca dos puntos
centrales en su visión: el énfasis excesivo en los derechos, vis a sis los
compromisos, y en la competición como forma de vivir y relacionarse. Con
respecto a los primeros señala: “A veces
no me gusta la noción de los derechos, prefiero compromisos de convivencia,
porque el compromiso de convivencia implica a dos. El derecho me permite
exigirle al otro que satisfaga mi derecho, pero no me dice nada sobre como
tengo que conducirme yo. En el compromiso
de convivencia, los dos estamos comprometidos, el Estado y yo, por así decirlo;
el otro y yo. Porque queremos convivir de una cierta manera, en el respeto, en
la dignidad, en fin, en lo que se quiera que sean los compromisos de
convivencia que tenemos... La declaración de los derechos humanos surgió en un
momento histórico en el cual había que proteger a la persona por toda la
historia de abusos que hubo en la Segunda Guerra mundial. Salimos de eso, pero
nos quedan los derechos como exigencia que yo puedo hacerle al otro. Un niño
exige sus derechos, los ciudadanos exigen sus derechos. ¿Y cuáles son sus
compromisos?. O sea los derechos no implican acuerdo: el otro tiene que hacer
algo que me debe. Yo pienso que tenemos que cambiar la noción de derecho por
compromisos de convivencia.”
Y sobre la competencia
y sus efectos dice: “Estamos viviendo en un país de competencia, de competencia
económica: tenemos que competir. Y la
competencia es siempre negativa. La competencia no implica progreso
porque después de competir yo quiero ser mejor que el otro, entonces me niego a
mi mismo porque el otro pasa a ser mi referente. No es que no lleve al progreso
la competencia; nos lleva a una negación reciproca del otro y de sí mismo.
Ahora muchas personas se salen de la competencia, actúan de manera distinta.
Pero hablamos de competencia y de que tenemos que competir. El competir no
mejora; al contrario, lo niega a uno porque pone al otro como referente de lo
que uno hace”.
También se
le consulta sobre por qué surge la violencia y destrucción, y dice: “Aparece
porque la persona carece de la historia y de la consciencia de quién la hace
posible (a la persona misma). Y es la comunidad la que lo hace posible. Porque
ningún ser vivo, ninguna persona,
vive en el vacío. Todos vivimos en un medio. Hasta el
mendigo vive de las personas ante quienes mendiga, porque, si no, se muere de
hambre. Todo ser vivo vive en un espacio, un nicho ecológico que lo
hace posible. Pero si yo no estoy consciente de eso, no respeto esa circunstancia. No me hago
cargo de que en realidad yo vivo donde vivo gracias a la comunidad que me hace
posible el vivir ahí, cualquiera sea mi teoría filosófica o política”.
Y sobre la
política agrega, “Lo que sucede es que como estamos inmersos en esta energía de la
competencia y de economía, de pura teoría economicista de la
competencia, todo eso es una negación de la democracia. Porque la
democracia se constituye en el deseo de convivir en el mutuo respeto, en el respeto por sí mismo, en la
honestidad, en la reflexión. Entonces pasa que uno no oye eso de los
políticos; ellos sólo discuten, no se les escucha conversar. Los
encuentros de personeros del gobierno con los políticos son
una defensa de teorías, una clasificación en
clases. No hay respeto a la política porque
no se entiende que en el fondo la política dice: que mi tema es el
bienestar de la polis, de la ciudad, de los ciudadanos. Ese es mi tema; esa es
mi profesión,
todo lo que yo tengo que hacer tiene que ver con el bienestar de la
comunidad. Entonces, en un cargo de Diputado o de Senador, esa es mi
responsabilidad. En el cargo de Presidente, esa es mi
responsabilidad. Pero como pensamos distinto tenemos que conversar, y esa es
parte de la responsabilidad que uno adquiere al aceptar un cargo en el
gobierno, en el parlamento, etc. Tenemos que darnos cuenta que somos
co-constructores todos de ese espacio de convivencia que nos hace
posibles. Y si nos damos cuenta que
somos co-constructores, y que
co-construimos con las conversaciones, con las ideas, con las responsabilidades
que asumimos, vamos a sentirnos responsables.
Pero algunos no se sienten responsables. Los jóvenes, o al
menos algunos en particular, no se sienten
responsables y entonces están dispuestos a destruir”.
“Cuando uno, en su
conversación, transforma la conversación en un dialogo de teorías, eso
es fanatismo. El fanatismo es el apego a las premisas fundamentales de una
teoría que uno tiene. Ese es el fanatismo: tengo una teoría con estas premisas
y no estoy dispuesto a reflexionar sobre ellas.
Ahora, si quiero convivir en el mutuo respeto y en la honestidad,
entonces tengo que ser capaz de reflexionar sobre las premisas. Pero si no quiero
reflexionar sobre las premisas, estoy en el fanatismo; no voy a convivir en el
mutuo respeto porque le voy a exigir al
otro que satisfaga lo que yo pienso que debe satisfacer según mi teoría”.
Sobre administración de la fuerza y rol de
carabineros y FFAA, señala algo notable: “Estuve presente
cuando fue el Golpe militar. Se allanó la Facultad de Ciencias, la Universidad,
en fin. En esa época el soldado decía: si no me obedeces yo te puedo matar.
Estaba permitido si uno no cumplía el toque de queda; había una norma. Pero
ahora cuando el Presidente declaró el Estado de Emergencia, la situación era
infinitamente distinta. Ese soldado no estaba protegido por una ley; no te
podía matar. Ese carabinero tampoco estaba protegido por una ley; tenía un arma pero tampoco te podía
simplemente matar. Ambos se encuentran en un conflicto. Cuando fue el golpe
militar, yo soldado, allano este lugar y tengo derecho a matar. Ahora yo
soldado estoy viendo que se cumpla un toque de queda y no tengo derecho a
matar. Entonces hay una contradicción: entrego a un carabinero o a un militar un arma que NO puede usar. Y la
persona, el civil, sabe eso. Como cuando uno se encuentra con otro y le dice,
ya pégame, pégame. Eso no puede ser. El civil tiene que tener una
responsabilidad también. Yo tengo que saber que hay ciertas cosas que yo no
puedo hacer; que son parte del compromiso de convivencia, de una convivencia democrática. Pero si
además de ser una convivencia declarada democrática, y estoy centrado en la
competencia, en el abuso, en el aprovecharme de las ventajas que yo encuentro
para mi, estoy también en una contradicción. Si queremos una convivencia
democrática debe ser fundada en el mutuo respeto, en la equidad, la ética, en
la reflexión, en poder conversar y cambiar de opinión. Pero eso tiene que
vivirse desde la infancia, como un aspecto de la convivencia”.
Y agrega: “Creo que el problema con los derechos humanos,
como decíamos al principio, está en el planteamiento
de la noción derecho. Si yo tengo el derecho, es el otro el que tiene que
satisfacer mi derecho; no me responsabiliza a mi de lo que hago. Pero si tengo
un compromiso de convivencia, soy tan responsable como el otro. Por supuesto
los derechos humanos tienen una importancia histórica y hay ciertas cosas que
pueden ser derechos en un sentido absoluto.
Por ejemplo, los mandamientos cristianos: no matar. Eso es muy delicado
porque, ¿cuál es mi compromiso? Ya, el
otro no me puede matar, ¿y yo? ¿Estoy yo
comprometido a no matarlo? ¿Tiene el
otro el derecho a que yo no lo mate? Por eso es que yo creo que es mejor hablar
compromisos o acuerdos de convivencia”.
Sobre vandalismo y renuncia del Presidente, acota: “No creo que esto
se resuelva con la renuncia del presidente. Se resuelve con qué actitud vamos a
tener de aquí para adelante; con el mismo presidente o con un presidente nuevo.
El vandalismo es vandalismo, no es protesta. Pero resulta que el vandalismo se
mete con esta otra cosa, la manifestación de descontento de la comunidad y se
mete con el aspecto de una protesta. No, no lo es, y eso (el vandalismo) no es
aceptable en ninguna circunstancia, me parece a mi. Si tenemos este presidente
que fue elegido y él abre los espacios para que efectivamente se converse, se
discuta, puede tener una conducta ética incluso para que haya un cambio de
Constitución en el cual pasará lo que sea que ese cambio constitucional
indique. Me parece bien (el cambio de Constitución), es más rápido. Por lo
demás, no entrar a cambiarlo todo al tiro, a través de elecciones, etc. y
hacerlo todo de nuevo. Actuar de acuerdo a lo que la comunidad en el
fondo está pidiendo: ser vista, ser escuchada, y participar en la generación de
las normas fundamentales de la nueva Constitución...
Creo que el que está
haciendo un destrozo, un vandalismo, sabe que lo que está haciendo no es
correcto, no es adecuado. Y lo sabe porque se oculta. Entonces sí; yo creo que
uno debe ampliar la reflexión, castigar con las penas que la ley indica a las
violaciones de la ley, pero al mismo tiempo ampliar la reflexión. Si no son
tontos.
Un amigo mío, físico y
mago, Heinz Von Foster, decía: mientras mejor definido es un sistema, más fácil
es engañarlo. ¿Y qué hacen ellos? Saben hacer trampa. Toda la situación está
perfectamente descrita: yo sé que por este huequito me puedo meter. Así es que
el tema es lograr que estas personas piensen: ¿quiero yo o no quiero
convivir?”.
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