El Golpe Militar en la Memoria
El Golpe Militar en la
Memoria
Ernesto Tironi 19.9.9
Septiembre es mes lleno de situaciones esperadas y nuevas en nuestra
vida en Chile. Este año no ha sido excepción. Entre todas ellas, me ha
impresionado la prevalencia del Golpe
Militar en nuestra memoria. Cómo se usa políticamente para atacarse unos a
otros, y cuánta división revive.
Me pregunto, ¿Será inevitable,
como la sequía, o es un acto humano-social, ya sea voluntario o inconsciente? ¿Cómo se conserva ese recuerdo? ¿Qué formas son más efectivas para mantenerlo?
¿Qué consecuencias tiene conservarlo? ¿Será sano hacerlo? ¿Será posible y bueno dejarlo atrás? O… ¿A qué
intereses sirve? ¿A quiénes les conviene
conservar el Golpe en la memoria de los chilenos y despertarlo de nuevo cada
tanto tiempo?
Me asusta llegar a esta última
pregunta. Me doy cuenta que no queremos preguntarnos más de este fenómeno. Nos
duele. Nos hemos resignado a vivir con
él; como a los terremotos. Nos damos respuestas fáciles para huir. Como
que hay que recordarlo para que nunca más vuelva a suceder. ¿Bastará? ¿Será
así? Alemania superó el trauma del
nazismo y la guerra mirando más hacia
adelante: promoviendo la Unión Europea.
Y Vietnam, que tanto ha progresado… ¿habrá recurrido a recordar siempre
la guerra para lograrlo?
La pregunta dolorosa que he
evitado es ¿a quién le conviene mantener este recuerdo? Probablemente, más que
nada, a la gente políticamente de
izquierda. Les proporciona dividendos
políticos de corto plazo: votos, figuración en la prensa, etc. Tal vez crean ganar, pero, a un nivel más profundo, ¿no se harán más daño
a sí mismos?. Mantiene la mirada en el pasado, en lo perdido, en el
resentimiento. Buscan además inculcar su
visión del Golpe en las nuevas generaciones,
y lo logran. Quizás lo popular de mantener ese recuerdo sólo revela que un numeroso grupo de nuestra población tiene
esa misma interpretación dolorosa y dañina.
¿Es eso lo que queremos realmente
mantener como familias y como país generación tras generación?
Hay una forma particularmente
efectiva de mantener vivo en el presente este fantasma colectivo. (Que, ahora
que lo pienso, es como el viejo truco de algunas religiones de mantener a la
gente sometida con la amenaza de un
infierno). Esa forma es UNIR el Golpe a la posterior violación de los
Derechos Humanos de Pinochet. Hacer como si fueran la misma cosa. Igual como el
bando opuesto busca UNIR el Golpe con la Unidad Popular. Y no son una sola cosa.
Podría haber habido un golpe el 73, sin haberse después violado masivamente los Derechos Humanos. A
los tres meses podría haberse llamado a una nueva elección. Lo otro no era
necesario; menos indispensable. De hecho había militares que pretendían ese
retorno rápido a la democracia, incluyendo un General que era Ministro del
Interior y que murió en extrañas circunstancias.
Creo que hay aspectos más
profundos en este hábito colectivo de conservar la memoria del Golpe y con una
cierta interpretación que le damos. Como
casi siempre hacemos los humanos
cuando enfrentamos eventos o
circunstancias dolorosas en la vida, lo primero, es recurrir a razones para justificarnos. Es decirnos que los
otros, ELLOS, fueron los únicos culpables por este y ese otro motivo. Ellos
fueron los malos, los violentos, los que violaron los Derechos Humanos. Eso nos hace a nosotros sentirnos los buenos
y superiores. Así creemos escapar, aliviar
o compensar algo nuestro dolor.
Y esa interpretación de
culpabilidad nos conduce a un segundo impulso:
decir que ELLOS, los malos, tienen que a lo menos empezar por reconocer su
maldad. Mientras no lo hagan, se los voy
a seguir sacando en cara. Lo más
interesante es cómo cerramos este círculo para mantenerlo: nos negamos a darle
el derecho al otro de cambiar porque no le quitamos el rótulo de culpable sin
importar qué digan, ni si piden perdón, ni si cambian su conducta ni aunque realizaran una compensación. Se
quedan con esa caracterización para siempre porque YO, el bueno, escojo no creerle nada de lo que diga o haga.
Entonces entramos en la dinámica
de ataque y defensa de uno y otro de los
bandos en relación al Golpe Militar. Uno
acusa al otro de haberlo promovido, el otro se defiende que no lo hizo y
entonces ataca acusando al uno de haber generado las condiciones para hacerlo
inevitable, y éste se defiende diciendo que no lo hizo sino que…, y así hasta
ahora por 46 años y sin visos de ponerle fin. Y ambos mal; y todos mal, incluyendo aquellos que intentan
mantenerse al margen diciendo que a ellos la política no puede importarles menos.
Personalmente creo que nos hace
mucho daño como individuos y como país seguir manteniendo tan presente el
recuerdo del Golpe del modo que lo hacemos unos y otros. Seríamos más felices
si lo dejamos atrás. Pero eso no pasará solo. Tenemos que poner de nuestra
parte y ocupar nuestra voluntad. Proponernos dejar de actuar como víctimas y
transformarnos en protagonistas de algo nuevo, distinto y mejor. Casi nunca
podemos hacer esto solos. Es como los
traumas profundos que nos requieren ira a un psicólogo. Pero digámoslo: hay
maneras de salir de hábitos autodestructivos que, sin querer ni reconocerlos nosotros, nos hacen infelices. Hay tradiciones que lo
enseñan hace más de 2,500 años.
No sería necesario ir tan lejos.
A veces en las sociedades surgen líderes políticos que han hecho la función de
esos psicólogos: nos ayudan a generar condiciones para cambiar puntos de vista.
Por ejemplo, Gandhi. Mandela. Y entre nosotros Aylwin. Nos faltan elwines para esta etapa
Post-Concertación en Chile. Alguien que se proponga acoger a todos, terminar
con la división de buenos y malos, que sea consecuente. Que ponga como
propósito para todos nosotros lograr una
convivencia armoniosa y nos ayude a generar el espacio para que cada uno de
nosotros, como persona y miembro de la
sociedad, dejemos de estar amarrados al
pasado para vivir el presente en plenitud y abrir un mejor futuro.
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