Reacomodo de
representaciones políticas y modelo económico
Ernesto Tironi B. 17-6-21
Un aspecto clave del buen funcionamiento de un sistema o
modelo económico es lo estable que sea percibido por los agentes en él
(empresarios, inversionistas, autoridades, jueces, etc.) y por la ciudadanía en
general. En una democracia eso depende del respaldo que tenga en la opinión
pública, los electores, y muy en particular de los parlamentarios que conforman
el Congreso. Con mayor razón dependerá de la inclinación o preferencias de la
mayoría de la asamblea a cargo de la redacción de una nueva constitución, como
es el caso de Chile ahora.
La experiencia
histórica chilena reciente es elocuente. El triunfo de Salvador Allende y su
llegada a la Presidencia con la Unidad Popular llevó a instalar un modelo
económico socialista que duró poco, pero avanzó un buen trecho: se estatizaron
bancos, empresas industriales, mineras, propiedades agrícolas y varias otras
medidas semejantes. Pero no tuvo el respaldo suficiente para perdurar,
cualesquiera hayan sido las razones de ello. Por eso la intención fracasó a
poco andar. El gobierno militar que lo sucedió instaló un modelo inverso,
profundizando el capitalismo (o instaurando el neoliberalismo, dirán otros) y
extendiéndolo a nuevas áreas como pensiones, salud y otras. Luego, el nuevo
cambio de correlación de fuerzas políticas en 1988-89, lleva a que la
Concertación instale un sistema intermedio (llamado por el Presidente Aylwin,
el sistema de “Desarrollo con equidad”, que lleva a un considerable aumento del
peso relativo del Estado en la economía. Experiencias análogas han ocurrido en
mucho otros países y épocas.
Pues bien: entre fines del 2019 y ya mitad de 2021 estamos
viviendo un cambio en los pesos relativos de las preferencias políticas de la
ciudadanía y de los partidos que me parece al menos semejante al de 1988-89.
¿Podría esto no tener consecuencias sobre el sistema económico que tengamos? Lo
estimo muy dudoso; los temas importantes ahora serían más bien, ¿de qué magnitud
serán los cambios que vienen?, ¿en qué aspectos del sistema económico se
concentrarán?, y ¿de qué dependerá lo lejos que lleguemos en esos dos dominios
– magnitud y cambios específicos?
Mi impresión, dicha así muy brutalmente, es que las últimas elecciones
estarían demostrando que los partidos políticos que hasta ahora estaban
sustentando el modelo económico actual se desfondaron. Es decir, redujeron
sustancialmente su fuerza o poder entre la ciudadanía. Si lo mismo, como es
probable, ocurre en el Congreso que se elegirá en noviembre (o si los
parlamentarios de derecha votan como para los retiros de la AFPs) ¿quién se
opondrá no sólo al fin de las AFPs, sino también de las Isapres, de las
universidades privadas, etc. etc?
Mirado desde otro punto de vista, los grupos más partidarios
del modelo económico que tiene el país hoy – los empresarios grandes, pequeños
y medianos, la mayoría de los comerciantes, personas con grandes patrimonios y
profesionales de alto nivel – han tenido por mucho tiempo sus representantes en
el sector político de la sociedad: sus partidos cercanos (UDI y RN,
principalmente), parlamentarios, intelectuales y medios de prensa, que de
alguna manera, bien o mal, defendían sus intereses. Hoy, desde el 18-O del 2019
y, sobre todo después de la elección de constituyentes, esos representantes han
perdido poder de representación y de acción. ¿Se habrán dado cuenta cabalmente
de esto al menos los grandes empresarios chilenos? ¿Si no es así, que estarán
esperando o creyendo? ¿Creerán todavía qué la ola era más chica, como hasta reciente
elección de constituyentes? Y si se han dado cuenta, ¿con quiénes estarán
conversando ahora en el sistema político? ¿Cómo les estará yendo en esas
conversaciones? ¿Qué estarán planteando?
Una nota histórica: durante la UP, lo que ocurrió – dicho en
simple – me parece ser que los grandes empresarios dieron por perdida la
batalla adentro y se concentraron en pedir ayuda a Washington. Adentro fueron
los transportistas (Villarín), pequeños comerciantes (Cumsille), colegios
profesionales y otros pocos los que dieron la cara e hicieron los paros, a los
que se sumaron al final las dueñas de casa con sus ollas ante la inflación
desatada (y en las calles, ojo, como ahora). Ellos detuvieron al viejo socialismo
de la guerra fría o, podría decirse también, los que defendieron al viejo
capitalismo del Siglo 20. Ahora, llegando al primer cuarto del Siglo 21, ¿quién
defenderá al actual capitalismo, aunque haya sido remozado?
Ese es un lado de la ecuación: la otra es el modelo económico
que tienen en mente los nuevos representantes de los nuevos grupos sociales (que
podemos llamar emergentes) que empiezan a tomar recién formas políticas (es
decir, capacidad de influir sobre el Estado), especialmente a partir de la
elección de Constituyentes. Ellos conforman más de la mitad de la Asamblea,
pero parecen muy heterogéneos, pero ¿cuánto lo serán realmente? Dan la impresión de representar a los
descontentos, los antisistema o anti-neoliberales. Éstos casi no tienen por
ahora, estimo, representantes en el dominio político de la sociedad chilena.
Los más cercanos serían los parlamentarios del Frente Amplio, que tienen un
porcentaje pequeño en el Congreso, al cual intenta sumarse el Partido Comunista
con exdirigentes estudiantiles carismáticos como Vallejos. Pero ¿cuántos
parlamentarios pueden sacar en noviembre? ¿Y hacia dónde empujarán la micro?
Cómo este proceso de representación de los sectores
emergentes evolucionará en los próximos dos años será clave para determinar el
modelo económico que nos regirá y para el futuro de Chile en general. Así
también lo será el modo cómo se conectarán y coordinarán los partidarios de
mantener al máximo el actual modelo económico para abordar, de alguna manera
más o menos constructiva, con esos sectores emergentes el logro (o no) de un
sistema en que habitemos en paz todos.
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