Humberto Maturana: Maestro entrañable
Ernesto Tironi
Barrios 6-5-21
La
muerte de Humberto Maturana hoy me deja desolado y agradecido. Sobre todo, agradecido de la fortuna de
haberlo conocido, estudiado con él, leído casi todos sus libros y de haber
trabajado juntos en un momento clave de la historia nacional: para la
recuperación de la democracia en los años 1986-88.
Puede
ser ahora el momento de relatar mi trabajo con él en esos años cuando fui
Director del Centro de Estudios del Desarrollo (CED). Por mi parte, como representante de la escasa
calidad y amplitud de mi educación en Chile, no sabía quién era el Dr. Maturana
hasta esa época, cuando tenía casi 40 años. De él supe al tomar un Taller de
Capacitación realizado por Julio Olalla y enterarme que ese taller había sido
diseñado por Fernando Flores junto con Maturana. Quise conocer a ese personaje
tan famoso ya entonces en el mundo entero y aún casi desconocido en Chile. Lo
invitamos a comer con un amigo que lo conocía y quedé tan deslumbrado que
inmediatamente le pedí que nos ayudara en el esfuerzo en que estábamos
embarcados, junto a muchos, por recuperar la democracia en forma pacífica y
sustentable. Dijo que no sabría cómo hacerlo, pero no se negó. Imaginé allí
mismo algunas propuestas y conversamos de posibilidades. Al poco tiempo lo invité a tener una
conversación con Gabriel Valdés en el CED para seguir explorando, pero aparte
de pasar un rato fascinante con dos eximios conversadores, no avanzamos mucho
más excepto de que intentaría organizar una Conferencia de Maturana en el CED
para dirigentes políticos de la oposición democrática a Pinochet.
De allí
surgieron dos conferencias a dirigentes políticos democráticos. Además de
Valdés, deben haber estado Ricardo Lagos, creo que Eduardo y Carmen Frei, Raúl
Troncoso, Ricardo Núñez y ciertamente Edgardo Boeninger. Maturana me insistió de que quería dar
también su visión sobre educación y para que los más altos dirigentes de un
gobierno futuro se preocuparan más de este ámbito. Le puse una grabadora y poco
después le entregué una transcripción editada de sus charlas con una propuesta
publicarlas como un libro. Allí empezó un arduo trabajo de limitar su
perfeccionismo y su tendencia a hablar y escribir en difícil. Eran discusiones
fascinantes, a menudo agotadoras, sobre el orden de tres palabras en una frase,
pero siempre llegamos a acuerdos muchas veces jalonadas con sus estruendosas
carcajadas. Ese libro se llamó: “Lenguaje y emociones en educación y política”,
y la última vez que supe llevaba más de 20 ediciones.
Resultó el primer libro más
vendido de Maturana, y creo que le mostró que podía dejar de publicar sólo
difíciles papers para revistas científicas y lanzarse como escritor para
grandes públicos. Estimo que ese libro está plenamente vigente hoy, cuando esa
democracia que nos costó tanto recuperar puede estar seriamente amenazada. Allí destaca que el lenguaje es mucho más que
un sistema de símbolos o una forma de describir cosas. El lenguaje está siempre
relacionado con las emociones, y éstas son decisivas para la aceptación (o no
aceptación) del otro en la convivencia. Y que la democracia es una forma de
convivencia que se basa en la aceptación, el respeto y la honestidad de quienes
participan en ella. El mejor homenaje que podríamos hacer a Maturana hoy, creo
que sería volver a leer con la mente abierta ese y otros libros de él. Sería además el mayor regalo que podríamos
hacernos a nosotros mismos y a nuestros cercanos para toda nuestra vida, no
sólo en relación a la política, sino al trabajo, las relaciones con parejas,
hijos, vecinos y conciudadanos.
El
éxito de ese libro me llevó a proponerle producir (“La objetividad: un
argumento para obligar”) que a mi juicio tiene una de las más profundas nociones
a incorporar en nuestra cultura contemporánea, especialmente académica y
política, expresada en su frase de inicio. Dice más o menos así (cito de
memoria): “Cuando una persona quiere obligar a otra a que la obedezca y haga o
piense como él quiere, pero no se lo pide, entonces le señala que lo que él
dice es objetivamente así.” Esa puede ser una forma de decir que uno tiene la
razón, conoce la verdad, mientras el otro no; en fin, es además una forma de
ponerse por encima o sentirse superior. No es trivial en estos tiempos de Chile
en que tantos hacen alarde o funcionan inconscientemente desde una superioridad
moral auto atribuida.
Termino
recordando un rasgo del sentido del humor y del juego que tenía Humberto. A raíz
de la depresión en que nos sumió el fracasado intento de asesinar a Pinochet,
que hizo retroceder todo nuestro avance con las Protestas y la unidad opositora,
un día le pregunté: “¿Qué podemos hacer? ¿A quiénes pedir consejo o a quién más
pedir que hable a favor de la democracia de tal forma que sea escuchado y nos
remezca a todos, en uno y otro de los bandos cerrados en que se dividía el
país?”. Pensó un rato y me respondió: “¿Sabes lo que hacían las tribus
primitivas en situaciones como esta?
Llamaban al Consejo de Ancianos y ellos se encerraban hasta salir con
una solución. La pena es que en las sociedades modernas no tenemos ancianos en
la tribu: personas que susciten el respeto de todos. Pero hay un equivalente: los
grandes científicos. Hagamos una declaración que estén dispuestos a firmar los
cinco últimos Premios Nacionales de ciencias”. Así lo hicimos: él me pasaba a
buscar en su citroneta para ir a ver estos científicos a sus laboratorios. Y se
vestía con un poncho negro, y me decía: “Aquí vamos los conspiradores…”. Eran
los tiempos duros de Pinochet. Esa declaración (“Invitación a Chile”) es una
visión profunda de la democracia y de su sentido. Aparece al final del libro
sobre lenguaje y política.
Mi
último contacto con él fue después de decidir transcribir sus respuestas en un
programa de TV (“Mentiras verdaderas”) a propósito del Estallido Social. Recomiendo
su lectura (está en mi Blog). Ahora veo que fue una parte importante de su
legado en lo político social. Para mí fue un maestro profundo, íntimo y
afectuoso. Así define la RAE el término “entrañable” que me surgió al ponerme a
escribir esto. Espero que lo sea también para todos nosotros, los chilenos, con
ocasión de poder conocerlo más hoy cuando nos deja en estos tiempos decisivos.
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