Regreso a clases: La
oportunidad de los profesores
Ernesto Tironi Barrios. 22-2-21
Entre las personas más afectadas
por la pandemia están los niños y sus familias, especialmente las de más bajos
ingresos, con casas pequeñas, hacinamiento y barrios inseguros. Están afectadas
en diversos sentidos y muy graves, como
el abandono de ellos, la imposibilidad de salir a trabajar de los padres que
deben cuidarlos, por la poca y mala alimentación, las tensiones y peleas en los
hogares, violencia, los miedos, stress, abusos sexuales y otros. Hay mucho en
juego y para muchas personas en este dilema de si retornar o no a clases
presenciales en el actual estado de la pandemia en Chile.
Por respeto a esas personas creo
que no deberíamos permitir que el tema se transforme de nuevo en otra
confrontación político-ideológica conducida por algunos partidos o sus
organizaciones. Sería mucho que repitiéramos las torpezas hechas por el Estado
en la última década en el sector educacional por dejarnos conducir por ese
enfoque: el usar para fines político-electorales las preocupaciones que tiene
la gente con la educación de sus hijos.
Que eso no vuelva a ocurrir dependerá de todos nosotros, pero por sobre
todo de los profesores y profesoras de Chile.
No volvamos a caer en la
trivialización de problemas humanos tan complejos como es el de cómo educar a
nuestros hijos, hijas y nietos en estos tiempos, reduciéndolo a otra batalla
política sobre qué grupo le gana o no al otro, al gobierno, o quién tiene más
razón o apoyo en las encuestas. Voy más lejos: Sugiero considerar que la
revolución práctica, operativa y familiar (no política) que implicó la pandemia
en la forma de educar a todos los niveles y en todo el mundo durante 2019, ofrece la posibilidad de que la educación escolar
vuelva a su esencia: la formación humana plena de niños y niñas, superando la mera
domesticación para la obediencia, la instrucción, el puntaje Simce o el
entrenamiento en tests para ingresar a la universidad. Además postulo que la posibilidad de hacer
realidad este sueño de tantos por tanto tiempo la tienen principalmente los
profesores y profesoras. Ellos la llevan. Este momento es tanto una gran
oportunidad para ellos de reivindicar su rol, tan postergado en las reformas
necesarias en la educación, como asimismo es una responsabilidad que no se
materializará sin el protagonismo, acción y liderazgo de ellos. Me explico.
Los profesores chilenos (como
creo que casi en todo el mundo) han vivido por muchos años con una muy profunda
y explicable frustración de sentir que han perdido su ascendiente y autoridad
sobre sus estudiantes y apoderados. Estos últimos suelen ser prepotentes con
los profesores de sus hijas. Les reclaman que no hacen que ellas aprendan y se
porten bien. Le echan la culpa a sus colegios y profesoras por les insolencias
de los hijos. Los profesores y profesoras, por su parte, ven imposible
enseñarle a jóvenes indisciplinados, rebeldes, mal educados, groseros, violentos,
etc., defectos todos que ellos atribuyen a los padres o a la ausencia de éstos
para disciplinar a los hijos. Hay una
división y gran rivalidad entre lo que piensan y dicen apoderados y educadores
(más de esto en mi libro, “Transformar
escuelas”, Fundación Master7, 2017). En ese entorno el estudiante pasa por
encima de ambos. Y hace sufrir a ambos. Pero tampoco eso lo hace feliz a él,
como a veces cree. Se siente sólo, confundido, no tiene personas a quienes
admirar e imitar de una manera que le haga sentido y le llene la vida. Al
final, no le encuentra sentido ir al colegio: ¿para qué? ¿Qué hay para él o
ella de valioso allí? Entonces busca una causa a la cual entregarse en la
calle: en la droga, la delincuencia, las bandas, los portonazos y ahora último,
los saqueos y la Plaza Baquedano.
Paradojalmente, la pandemia ha
puesto en evidencia la posibilidad de cerrar esa brecha entre docentes y
apoderados para lograr alcanzar una educación de calidad con sentido. Y ha
surgido gracias a la apertura y entrega generosa demostrada por la abrumadora
mayoría de los docentes de Chile para trabajar, cuidar a sus alumnas y seguir
enseñándoles a pesar de tener cerrados los colegio. Eso ha sido profundamente
reconocido y valorado por los apoderados y toda la sociedad. Así lo demuestran
las encuestas realizadas por casi todos los establecimientos a sus apoderados
para organizar responsablemente la vuelta a clases presenciales. Ahora además
ha surgido un amplio consenso en el rol que juegan los valores y la parte
emocional en la educación. Es el momento que nuestros docentes nos muestren todo
el valor positivo que tienen para que tengamos un país sano y feliz.
Demostrémoslo desoyendo los cantos de sirena de politizar el retorno presencial
a clases y volvamos, como Ulises, al sitial que a los profesores les
corresponde en cada hogar y en una sociedad chilena unida y fraterna.
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