Programas
presidenciales
Ernesto Tironi B. 3-6-21
El domingo pasado el único diario
diario en papel de circulación nacional que va quedando en el país incluyó un
reportaje a los Programas económicos de los nueve precandidatos a Presidente de
Chile entre el 2022 y 2026. A menudo se cree que esos programas importan porque
determinan la decisión de muchos electores a favor de uno u otro candidato.
Dudo mucho de que ello sea así. Eso supondría que los votantes leen qué medidas
contienen los distintos programas y según eso deciden su voto. Improbable.
¿Qué
importancia o significación pueden tener (o no) esos programas entonces? ¿Qué
sería lo valioso de ellos para que muchas personas le dediquen no poco
trabajo? Tal vez lo que importa no es lo
que exactamente dicen, por más enconada que haya sido a veces la negociación de
las propuestas específicas y de cuáles incluir o dejar afuera.
Lo más valioso puede ser a veces no
el texto final sino el proceso de trabajo en el programa por parte de las
personas que participan en él. Esto puede ser especialmente útil cuando se
trata de un futuro gobierno de coalición entre partidos diferentes cuyos
militantes tienen posturas muy diferentes y además se conocen poco como
personas. Creo que este fue el caso del Programa económico del Presidente
Aylwin, que conocí muy bien por dentro y por fuera. Que además fue un trabajo
de muchos, muchos años.
Por contraste, no considero tan
valiosos los Programas que se proponen imponer, asegurar u obligar la adopción
de determinadas medidas a rajatabla. Los del tipo que le gustan al Partido
Comunista y que adoptó el segundo gobierno de Bachelet. Son los Programas
verticales, autoritarios, mesiánicos e integristas (que forman una totalidad
inseparable y cuyas partes no se pueden separar o aplicar parcialmente). Eso es
casi la antítesis de lo que se necesita para gobernar bien, lo cual implica
enfrentar circunstancias cambiantes y entre ellas navegar (gobernar dicen los
marinos). Un ejemplo de eso fue la
malograda reforma educacional escolar que impuso Bachelet, a pesar del rechazo
de la mayoría de los apoderados, sus costos estratosféricos y nulo resultado.
Otro ejemplo de esto creo que fue el gobierno de Piñera 2, cuyo lamentable
desempeño lo atribuyo en gran medida a no haber sido capaz de adaptarse (y
temprano) al hecho de corresponderle un Congreso con una clara mayoría opositora
a sus propuestas.
En cambio, lo que considero más útil
del trabajo de formular y redactar un programa de gobierno es la con-versación
en torno a lo esencial que se busca lograr juntos. Es decir, lo útil es el acto
de que los más probables responsables del futuro gobierno “den vueltas juntos”
(bailen) en torno a un propósito común, como le gustaba recordar a Humberto
Maturana refiriéndose al origen etimológico de la palabra con- versare (de
versátil, dar vueltas). Y, sobre todo, el diálogo de un conjunto de técnicos
con el candidato. Esto, lógicamente vale más con un candidato que escuche y
plantee preguntas verdaderas y abiertas a sus técnicos como, ¿qué pasaría
si…subimos el impuesto a la renta, bajamos el IVA a restoranes, etc? En este
sentido, una de las deficiencias de nuestro sistema de gobierno es que los
candidatos a parlamentarios y aquellos en ejercicio no participan en los grupos
de estudio de programas de gobierno.
El otro desafío mayor de los
encargados de programas presidenciales es escuchar las prioridades verdaderas
del electorado y no quedarse en sus prioridades técnicas o ideas propias de lo
que la gente quiere o debería querer. Otra forma de decir esto es en qué medida
los responsables de formular un programa de gobierno ponen genuinamente su
conocimiento técnico al servicio de las prioridades de la gente y/o del
candidato, o aprovecha el ascendiente que se le otorga como experto por su
conocimiento técnico para hacer que el programa refleje sus prioridades o
preferencias sociales, políticas o ideológicas. En la práctica no es fácil
separar estas cosas, pero estimo que conviene tener el máximo de consciencia de
ellas.
La planificación previa para lograr
ciertos resultados en el futuro no es algo sencillo en muchas áreas de la vida.
Tendemos a sobreestimar nuestra capacidad de predecir y controlar. En el ámbito
de gobernar un país tiende a ser mucho más complejo aún. Por eso una dosis alta
de humildad sería muy bienvenida, pero no es lo más frecuente de encontrar
entre políticos y entre muchos profesionales. Por eso, tal vez una manera
adecuada de proceder sea mantener cierta distancia y desapego de las propuestas
específicas que se hagan y concentrarse en lo esencial para lo cual se procura
gobernar.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home