¡Es el proceso,
estúpido!
Ernesto Tironi B. 5-11-20
La famosa frase que usó el
asesor de Clinton para que se enfocara en la economía y así ganar su elección a
presidente bien se podría aplicar a Chile (parafraseada), para así salir ganador con la reforma
constitucional iniciada con el Plebiscito el 25-O.
Considero que la clave para que
el país realice las reformas adecuadas para mejorar nuestra sociedad no es
tanto un buen texto de la nueva constitución - su
contenido, conceptos o palabras - , sino
que sigamos un buen proceso para llegar al nuevo orden o
régimen constitucional. Decir esto parece obvio, pero es muy fácil olvidarlo en
el camino. Detengámonos a observar dos situaciones extremas. Podemos elegir a
los más eminentes expertos y llegar a un texto que sea considerado un modelo
ejemplar en el mundo entero, pero si llegamos a él a través de un proceso de
elección de constituyentes, discusión de propuestas y decisión entre ellas que
es belicoso, polarizado, impositivo por
parte de un solo grupo, descalificatorio de los que piensan diferente y
violento, es casi seguro que nos servirá muy poco. Y tampoco durará mucho. Esto aunque el texto sea aprobado por una
mayoría en el plebiscito para ratificarlo. Si ha sido confrontacional el camino
recorrido para alcanzar ese texto aparentemente óptimo, es muy probable que en
el trayecto queden muchas personas heridas, resentidas o enrabiadas. En
consecuencia habrá un grupo numeroso y belicoso a la espera de la primera
oportunidad para impugnar ese texto y exigir nuevas reformas. La consecuencia
será que esa Constitución durará poco tiempo. Mantendría los problemas previos
o impediría iniciar una nueva etapa de concordia, unidad y progreso. Sería la continuación de la incertidumbre y
el clima de confrontación que no sólo dañará la convivencia, sino también la
economía y la inversión. Todo esto sin contar el daño de mantener el stress, el
desgaste personal y social e incluso el deterioro de la salud que tantos chilenos
han sufrido por la acumulación de tensiones del último año de pandemia y
violencia social.
En cambio si tenemos un proceso
de elección y discusión ejemplar, respetuoso, transparente, sin
descalificaciones mutuas ni violencia entonces tendremos una mejor constitución
aunque su texto no sea óptimo ni perfecto. Éste será más aceptado o menos
cuestionado y, lo más importante, será siempre posible corregirlo o
perfeccionarlo en el futuro. No
seguiríamos con un grupo social o político sistemáticamente atrincherado para
defender ciertos aspectos de la constitución, como nos ha ocurrido en el pasado. Además en un clima político de trabajo
colaborativo y no de confrontación es posible tener en paralelo una economía
con mayor crecimiento que permita generar los recursos suficientes para mejorar
servicios públicos indispensables en salud, educación, transporte, seguridad y
expansión de áreas verdes en poblaciones. Así ampliar de verdad el acceso a derechos sociales, como un medio
ambiente más limpio, a regiones y ciudades más seguras y a una mejor
distribución del ingreso.
¿Qué necesitamos para lograr ese
proceso de reforma constitucional culto, educado y respetuoso? Considero que
una pocas cosas muy concretas. Uno,
tener consciencia de que el proceso de deliberación será clave para un
buen resultado final, como recién expliqué arriba. Dos, apreciar que la personalidad de los
constituyentes o sea el tipo de personas mismas que asuman esa tarea importará
mucho. Tres, que lo anterior depende
crucialmente de todos nosotros como electores. Si elegimos guerreros, tendremos guerra. Si elegimos
personas dialogantes tendremos diálogo. Cuatro, no sólo las ideas,
planteamientos o ideologías de los constituyentes determinarán el resultado del
proceso. La forma de plantearlas, ajustarlas, perfeccionarlas con el aporte de
los demás también importará, y probablemente mucho. Así por ejemplo, no dará lo
mismo que entre los candidatos a constituyente se elija un Viera-Gallo o un Jorge
Burgos en vez de cualquier otro PS o DC.
En resumen, comencemos a prestar
atención desde hoy a cómo se comportan los candidatos a constituyentes para
elegirlos informadamente. Esto no es un problema de sólo elegir personas
con estudios de derecho constitucional. Aunque por las reglas que diseñaron los
actuales parlamentarios haya un sesgo marcado contra personas que no sean o
hayan sido políticos, elijamos de entre ellos a los más sabios, equilibrados
y abiertos al diálogo y a la búsqueda de acuerdos. No a los que ven la política
como una guerra donde se intentan ganar continuas batallas, en una lucha por
imponer una visión propia única integrista o totalizante. Y sobre todo,
alimentemos la esperanza en el proceso democrático y en la sabiduría de nuestro
pueblo, incluido sus jóvenes, y en que lograremos
encauzar nuestras diferencias dentro de un proceso de concordia y paz.
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