Desarrollo y Emprendimiento

Por qué este blog? Porque he dedicado mi vida profesional a aportar al desarrollo económico de Chile estudiando qué medidas ayudarían más al crecimiento y la equidad, y publicando lo que he ido descubriendo. Ahora quiero aprovechar esta tecnología para ampliar el diálogo con otros sobre este tema.

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Nombre: Ernesto Tironi
Ubicación: Las Condes, Santiago, Chile

Economista, empresario y educador (1947). Profesor Ingeniería Industrial Universidad de Chile, Asesor y Director de Empresas y de Sociedades del sector Educacional. Ex embajador ante Naciones Unidas y Gerente General de CORFO.

jueves, noviembre 19, 2020

 

¡Es el proceso, estúpido!

Ernesto Tironi B.  5-11-20

                La famosa frase que usó el asesor de Clinton para que se enfocara en la economía y así ganar su elección a presidente bien se podría aplicar a Chile (parafraseada),  para así salir ganador con la reforma constitucional iniciada con el Plebiscito el 25-O.

                Considero que la clave para que el país realice las reformas adecuadas para mejorar nuestra sociedad no es tanto un buen  texto de la nueva constitución - su contenido, conceptos o  palabras - , sino que sigamos un buen  proceso para llegar al nuevo orden o régimen constitucional. Decir esto parece obvio, pero es muy fácil olvidarlo en el camino. Detengámonos a observar dos situaciones extremas. Podemos elegir a los más eminentes expertos y llegar a un texto que sea considerado un modelo ejemplar en el mundo entero, pero si llegamos a él a través de un proceso de elección de constituyentes, discusión de propuestas y decisión entre ellas que es belicoso, polarizado,  impositivo por parte de un solo grupo, descalificatorio de los que piensan diferente y violento, es casi seguro que nos servirá muy poco. Y tampoco durará mucho.  Esto aunque el texto sea aprobado por una mayoría en el plebiscito para ratificarlo. Si ha sido confrontacional el camino recorrido para alcanzar ese texto aparentemente óptimo, es muy probable que en el trayecto queden muchas personas heridas, resentidas o enrabiadas. En consecuencia habrá un grupo numeroso y belicoso a la espera de la primera oportunidad para impugnar ese texto y exigir nuevas reformas. La consecuencia será que esa Constitución durará poco tiempo. Mantendría los problemas previos o impediría iniciar una nueva etapa de concordia, unidad y progreso.  Sería la continuación de la incertidumbre y el clima de confrontación que no sólo dañará la convivencia, sino también la economía y la inversión. Todo esto sin contar el daño de mantener el stress, el desgaste personal y social e incluso el deterioro de la salud que tantos chilenos han sufrido por la acumulación de tensiones del último año de pandemia y violencia social.

                En cambio si tenemos un proceso de elección y discusión ejemplar, respetuoso, transparente, sin descalificaciones mutuas ni violencia entonces tendremos una mejor constitución aunque su texto no sea óptimo ni perfecto. Éste será más aceptado o menos cuestionado y, lo más importante, será siempre posible corregirlo o perfeccionarlo en el futuro.  No seguiríamos con un grupo social o político sistemáticamente atrincherado para defender ciertos aspectos de la constitución, como nos  ha ocurrido en el pasado.  Además en un clima político de trabajo colaborativo y no de confrontación es posible tener en paralelo una economía con mayor crecimiento que permita generar los recursos suficientes para mejorar servicios públicos indispensables en salud, educación, transporte, seguridad y expansión de áreas verdes en poblaciones. Así ampliar de verdad  el acceso a derechos sociales, como un medio ambiente más limpio, a regiones y ciudades más seguras y a una mejor distribución del ingreso.

                ¿Qué necesitamos para lograr ese proceso de reforma constitucional culto, educado y respetuoso? Considero que una pocas cosas muy concretas. Uno,  tener consciencia de que el proceso de deliberación será clave para un buen resultado final, como recién expliqué arriba.  Dos, apreciar que la personalidad de los constituyentes o sea el tipo de personas mismas que asuman esa tarea importará mucho.  Tres, que lo anterior depende crucialmente de todos nosotros como electores. Si elegimos  guerreros, tendremos guerra. Si elegimos personas dialogantes tendremos diálogo. Cuatro, no sólo las ideas, planteamientos o ideologías de los constituyentes determinarán el resultado del proceso. La forma de plantearlas, ajustarlas, perfeccionarlas con el aporte de los demás también importará, y probablemente mucho. Así por ejemplo, no dará lo mismo que entre los candidatos a constituyente se elija un Viera-Gallo o un Jorge Burgos en vez de cualquier otro PS o DC.

                En resumen, comencemos a prestar atención desde hoy a cómo se comportan los candidatos a constituyentes para elegirlos informadamente. Esto no es un problema de sólo elegir personas con  estudios de derecho constitucional.  Aunque por las reglas que diseñaron los actuales parlamentarios haya un sesgo marcado contra personas que no sean o hayan sido políticos,  elijamos  de entre ellos a los más sabios, equilibrados y abiertos al diálogo y a la búsqueda de acuerdos. No a los que ven la política como una guerra donde se intentan ganar continuas batallas, en una lucha por imponer una visión propia única integrista o totalizante. Y sobre todo, alimentemos la esperanza en el proceso democrático y en la sabiduría de nuestro pueblo, incluido sus jóvenes, y en que  lograremos encauzar nuestras diferencias dentro de un proceso de concordia y paz.