Ventiladores y
Voluntades
Ernesto Tironi B. 5-6-20
Entre
los tantos mensajes que uno recibe y lee por el Ws en estos tiempos, me llegó
uno que me parece una buena metáfora
para entender algo de lo tanto que nos pasa con esta pandemia. Se trata de una historia
(no sé si verídica) de la Segunda Guerra Mundial. Cuentan que durante ella, los
aliados estudiaron qué partes de sus aviones recibían más orificios de balas
nazis. Así decidieron reforzar esas partes más golpeadas. Era una deducción
lógica; allí tenían que concentrarse para proteger los aviones. Pero un
matemático, A.S. Wald, llegó a una conclusión diferente: los puntos mapeados
reflejaban las partes más dañada sólo de
los aviones que regresaban. Las áreas que se debieran reforzar son las
no marcadas, dijo, porque esos son los lugares que, al ser golpeadas, hacen que
el avión no pueda regresar. El final de la historia ya la sabemos: el triunfo
sobre el totalitarismo nazista se logró principalmente por la mayor capacidad
aérea aliada. Mi pregunta es, ¿Qué no estamos viendo nosotros que ha hecho que la gravedad de la
epidemia se haya disparado muy por sobre lo esperado? ¿Qué habrá que reforzar
de la estrategia usada para ganarle al virus?
Mi explicación, bien a diferencia de la última columna de Carlos
Peña el domingo pasado (“Las razones de un desastre”), es que no estamos considerando lo suficiente
el comportamiento de las personas de carne y hueso, especialmente de la mayoría
más modesta de nuestro país. Me refiero a esos hombres y mujeres, jóvenes y
mayores que viven en familias con menos de 580,000 pesos al mes en La Pintana, San Bernardo, Hualpén,
Caldera, Quilicura, Alto Hospicio, etc.etc. ¿Qué entienden y cómo interpretan esas personas lo que está pasando, lo que le
piden las autoridades, lo que tienen que hacer? Porque, una cosa es la “torpeza comunicacional
de la autoridad”; otra cosa es qué escucha y entiende la gente en concreto,
especialmente la más sencilla y humilde. ¿Entenderán ellos los anuncios y
recomendaciones de las autoridades igual como lo espera el vocero? ¿O como las
entienden o interpretan los abogados, los economistas con postgrados, los
doctores, los funcionarios públicos, los dirigentes, parlamentarios, etc., que
viven en las Condes, Ñuñoa, Providencia o Jardines del Sur de Antofagasta?. ¿En
quiénes estarán pensando o teniendo en mente los responsables de la Moneda
cuando diseñan sus estrategias y sus formas y encargados de comunicarlas? Estas últimas semanas va apareciendo que aquí
estaría el problema principal… ¿no se estarán reforzando las partes del
fuselaje equivocadas y por eso se están cayendo tantos aviones?
Pienso
que respecto a las estrategias y formas de enfrentar esta pandemia uno puede
distinguir dos tipos. Una centrada en los Ventiladores mecánicos o los
respiradores artificiales para impedir que se muera la gente enferma. La otra
es la centrada en la Voluntad y las conductas de las personas individuales, en
sus comportamientos para favorecer o evitar contagiarse a sí mismas y a otros.
Esto que digo no es ninguna novedad. Además tengo claro que son dos estrategias
que no sólo pueden, sino que deberían
usarse simultáneamente y complementarse. El Ministro Mañalich y muchos médicos
y autoridades lo han señalado o trasmitido insistentemente. ¿Pero cuánto lo
habrán entendido bien la mayoría de los chilenos? ¿Cuánta atención han puesto
los voceros en la persona que los está escuchando; en lo que está o no está
entendiendo de lo que dicen. Éste es el punto central que sugiero considerar.
Gobernar no es sólo diseñar las
estrategias y políticas correctas. Otra
parte central es considerar en ellas a las personas a quienes están dirigidas,
para asegurarse que se comporten con esas estrategias en la forma esperada para
conseguir lo buscado. Esto implica que la política correcta es la que toma en
cuenta cómo la gente tiende a comportarse, tanto antes, durante y después de la
aplicación de esa específica política pública o social. Son dos lados de una
misma moneda: medida técnica y comportamiento de personas. Una cosa no puede ir
sin la otra y es dinámica: cambia de momento a momento, influyendo una sobre la
otra, y además ambas son afectadas por terceras fuerzas de su entorno.
En el caso de esta pandemia en
Chile, postulo que la gran omisión de la Estrategia de Gobierno hasta ahora ha
sido centrarse demasiado poco en las personas y su comportamiento para evitar o
reducir contagios. Tanto como se debe haber gastado en tiempo, dinero, llamadas
telefónicas, tele conferencias e investigaciones para identificar quién vendía
los mejores ventiladores mecánicos en China, podría haberse gastado en
encuestas para saber mejor que estaban y están entendiendo que son las formas de
no contagiarse con el famoso virus las personas viviendo en Lo Espejo,
Pudahuel, Población Dávila, La Bandera, Alto Hospicio, Angelmó, etc.
Gobernar es educar. El lema del
gobierno de Pedro Aguirre Cerda en los años 40 del siglo pasado, sigue más vigente que nunca en Chile y
especialmente a raíz de esta pandemia. Tenemos que educar a tres niveles, muy
interrelacionados: primero, a nivel de nuestras autoridades y sus formas de
comportarse, de hablar, de actuar. Ellas dan el ejemplo, y la gente,
especialmente más sencilla, aprende más
con los ejemplos que con las palabras. Por ejemplo (valga la redundancia), el
de la Primera Ministra de Nueva Zelandia, quien cumplió un tiempo de cuarentena
en sus casa muy al principio de la epidemia. ¿Cuánto más habrá enseñado eso a los
neozelandeses para hacerles más responsables de cuidarse? En cuanto al hablar:
compárense los discursos de Merkel a los de Piñera. Una con mínimo de
aspavientos de haber planificado antes y que estaban preparados para todo. Y
sobre todo llamando a sus compatriotas a hacerse responsables cada uno como personas de
cuidarse, apelando a ser solidarios con
no contagiar a otros, a guardarse por consciencia propia y no por obligación de
un decreto (que ella se negó a implantar para los mayores), y tampoco por miedo
a la cárcel o a una multa. En cambio, otros no le hablan a las personas; a sus
corazones. Hablan de estadísticas y datos, de número de ventiladores llegados y
en camino, de más camas UCI, comparado con ayer, tasas de contagiados por
habitante, etc, etc. ¿Qué le dice eso a la mayoría de la gente que escucha eso?
En el mejor de los casos probablemente cosas como: “Bueno; están a cargo”. Pero ¿qué debe hacer ella a raíz de lo que
escucha? Creo que es más esto, tan
simple, la causa de nuestros problemas actuales. Mucho más que las teorías de
la anomia de Peña, o la “falta de sujeción a normas y a las instituciones”.
El segundo nivel al cual nos
falta educación es como sociedad. El nivel de nuestra cultura como chilenos. La
de hacernos nosotros responsables, y no esperar todo del Estado o “del sistema”.
Así vemos el mundo; buscando culpables fuera de nosotros ante cualquier
dificultad o problema. Con poca iniciativa para buscar soluciones propias;
automáticamente nos vamos más bien sólo a encontrar explicaciones o
justificaciones de por qué nosotros mismos no podemos hacer nada. Así caemos en
una cultura de vivir en la resignación. Todo esto agravado por un periodismo de
poco nivel investigativo propio, que se limita a la farándula o a repetir lo
dicho por las autoridades y sus toneladas de datos, estadísticas y
comparaciones. Por último, también afectados últimamente con la expansión de la
ideología de los derechos sociales que corresponderían a la gente, bastante por
sobre las obligaciones que tenemos. Hoy vemos los frutos de eso traducidos en
número de contagios, y tal vez de muertes.
Y el tercer nivel es de la
educación recibida por nuestros jóvenes en nuestro sistema educacional, tanto
escolar como superior. Esto da para largo. ¿Cuánto aprenden nuestros jóvenes en
las escuelas a ser solidarios, respetuosos de los demás, responsables con ellos
mismos y con su país, su barrio, el cuidado de los bienes públicos (incluido
medios de transporte), la limpieza de las calles, sus plazas, veredas y
carreteras por donde circulamos? ¿Cuánta dedicación dan nuestros profesores a
formar a sus estudiantes en esos valores, junto con la honestidad y el
cumplimiento de obligaciones? ¿Cómo sorprenderse ahora que la epidemia se
desborde? Es que no es cosa sólo de ventiladores. Es también cosa de movilizar voluntades,
las cuales se pueden formar en todos los seres humanos. Toma un poco más de
tiempo que fabricar ventiladores, pero se puede hacer. A eso llamamos también
educación. Pero hay que ver su importancia; como el lugar donde el
fuselaje del avión que somos como país debe reforzarse para volar alto como personas
y sociedad.
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