Chile en la
economía mundial que viene[1]
Ernesto Tironi 2-7-0
No sólo de pandemia vive el
hombre. Es tiempo de hablar de otras cosas también. Una de ellas puede ser cómo
está cambiando y probablemente terminará por transformarse la economía
mundial. Tema crucial para el futuro de
Chile. La época más prolongada de
progreso económico en la historia de esta pequeña república, se debió fundamentalmente a la participación
de Chile en la economía internacional; a su apertura a ella. Ahora, el
dinamismo de esa corriente en la que nuestro país surfeó parece estar llegando
a su fin. ¿Es tan así? ¿De qué magnitud? ¿Qué consecuencias concretas puede
tener para nosotros? ¿A quiénes podría golpear más? ¿Cómo protegerse? ¿Hay
posibilidades de que, a pesar de todo, haya algunas oportunidades para nosotros?
¿Qué debiera hacer Estado y el sector privado en este nuevo escenario?
Estas son algunas de las
preguntas que considero que también debemos hacernos. Y ahora. No esperar ese
futuro incierto que a tantos nos llena de ansiedad y también paraliza. Aquí
procuraré abrir la conversación, proveyendo algunos antecedentes y especulando
primeras respuestas y recomendaciones.
El primer punto que quisiera
plantear es que hasta ahora la información y el debate se han concentrado
demasiado sólo en factores y variables macroeconómicas como caídas del PIB, ingresos,
deuda y el empleo de los países. Mucho menos en comercio internacional
(exportaciones e importaciones) y en sectores o industrias específicas. A
nosotros los chilenos nos importa sobretodo qué pasa con el cobre. Pero no sólo
eso. También con los salmones, la fruta, los vinos, la celulosa, etc. Nos
interesa no sólo la menor demanda que habría por menor ingreso de los
consumidores externos. También nos influirá mucho qué restricciones pueden
poner los gobiernos, cambios en preferencias de consumidores, variaciones de
precios y de oferta de nuestros competidores y substitutos. Mi propuesta es
poner más atención a esto último también, para anticiparse en evitar daños y
aprovechar oportunidades. “La globalización no terminó, pero se va a
redefinir”, ha declarado una experta de McKinsey en un informe reciente.
Sobre estos últimos temas de
tipo microeconómicos o sectoriales, casi todos los observadores y analistas de
las cuestiones internacionales anticipan una nueva era de una economía
internacional menos dinámica, más cerrada, más conflictiva e incierta. Ver por
ej. el Wall St. Journal del 25 de junio reciente. Se pronostica una caída del
comercio internacional de 33 por ciento este año, y del 40% en la inversión
extranjera directa. Hay un movimiento de casi todos los países, y sobre todo
los más grandes, a buscar más autosuficiencia. Para empezar, en insumos
médicos, como lo han declarado desde Trump hasta Macrón, pasando por Merkel y
Xi Jiping. Pero no se quedan allí: también los consumidores plantean algo
semejante en alimentos y muchos bienes considerados esenciales. ¿Nos puede
afectar esto a nosotros? Probablemente sí; veamos.
La industria chilena de alimentos
está sufriendo caídas en sus volúmenes de exportación que hasta ahora no han
afectado mucho a los productores gracias a la compensación por el alza del tipo
de cambio. Es por ejemplo el caso del vino. Esas caídas en las compras pueden
venir de menores ingresos de los consumidores. Pero otra parte puede venir de
la tendencia al autoabastecimiento alimentario. Ésta es fuerte por parte de los
norteamericanos y puede alcanzar a la fruta, incluidas las paltas.
Otra tendencia preocupante para
nosotros puede ser la prioridad dada en todos los países a los temas de salud,
el cuidado con lo que se come y las infecciones que pueden causar. Aquí podría
aparecer el tema de los virus que afectan a animales criados para el consumo
humano como cerdos y aves. En éstos nos hemos beneficiado de un boom provocado
por problemas de ese tipo con la producción porcina china. Pero algo parecido
puede ocurrirnos a nosotros. Ya vivimos el problema en el pasado con la
infección de los salmones, la cual tuvo un alto impacto en nuestro país, y en
dos regiones en particular. Nos va a
afectar también la caída en el turismo externo, pero no tanto como otros páises
que dependen tanto de esa industria.
Párrafo aparte merece el debilitamiento de la institucionalidad del
comercio internacional, y en particular de la Organización Mundial de Comercio
(OMC). Por suerte los días de Trump parecen contados en la Casa Blanca, porque si no podría sufrir la suerte de la OMS.
Ese organismo multilateral es clave para países pequeños como Chile. Nuestro
país debiera hacer todos los esfuerzos posibles por realizar un trabajo
diplomático decidido por fortalecerlo. La diplomacia
Chilena tiene que focalizarse en el fortalecimiento de la institucionalidad
internacional, en lo político y lo económico. Además acompañar a abrir mercados
y generar más buena voluntad hacia
nuestro país.
.
Pero no todo debiera ser
negativo para Chile. Pueden haber oportunidades y debemos abocarnos estos meses
a estudiarlas y desarrollarlas a fondo. Por ejemplo, un apoyo especial y
colaboración pública-privada a emprendimientos industriales para uso del cobre
como material que evita la contaminación de este virus y otros patógenos en los
hospitales y laboratorios. Se estima que por estas infecciones
intra-hospitalarias mueren 700,000 personas al año en el mundo. Otro caso el es de aprovechar las tendencias
de empresas multinacionales a traer sus plantas de vuelta desde China y reducir
su globalización. Se habla de tener menos plantas y que estén más cerca de
donde se venden sus productos. La empresa de motores Cummins, por ejemplo que
tiene 125 fábricas en 27 países, ha declarado formalmente que está en ese plan.
Una Corfo ágil ya debería haber mandado un alto ejecutivo a Indiana, EEUU, a
ofrecerle a Cummins que ensamble en Chile sus equipos mineros para venta en
toda América Latina.
¿Qué
hacer entonces frente a el atemorizante, incierto y convulsionado panorama
económico internacional con pandemia? Primero: resolver cuanto antes nuestros temas
internos, para recuperar y continuar desarrollando la marca Chile en el mundo.
Segundo, las empresas exportadoras necesitan ser más competitivas que nunca
antes, innovando, ofreciendo productos y servicios superiores, siendo
impecables en su cumplimiento y atención a los clientes. Tercero, no quedarse
esperando “a ver qué pasa”. Cuarto, estudiar oportunidades, probar, anticipar
medidas de ajuste y abrirse a explorar posibilidades. Para todo esto las
empresas necesitan flexibilidad. Y el Estado debe, sobre todo, proveer infraestructuras
de todo tipo (incluida la digital) y flexibilidad en las regulaciones burocráticas de
todo tipo (incluidas las laborales) y todo el apoyo posible. En este cuadro
urge modernizar el Estado. Es el tiempo de la máxima colaboración
pública-privada para minimizar los daños sobre el empleo y los ingresos que
sufriremos los chilenos con esta crisis desde el frente externo que es vital
para nuestra economía.
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