Teletrabajo y oportunidades de modernización
Ernesto Tironi B. 24-4-20
Una de las tantas sorpresas que
nos trae la pandemia del virus ha sido la irrupción del el teletrabajo y el
telestudio. Hace ya rato venía hablándose de eso, pero estábamos haciendo poco,
o evitando – como a menudo - hacer
cambios necesarios a tiempo. De repente, ya lo tenemos instalado en nuestras
vidas. Somos millones quienes de la noche a la mañana estamos trabajando desde la casa, enseñando, aprendiendo,
coordinándonos o proveyendo diversos servicios por Zoom. ¿Irá a permanecer
esto?, ¿Será para mejor o para peor? ¿Cómo potenciar lo bueno y minimizar lo
malo? ¿Qué dilemas nos plantea? ¿Qué oportunidades y exigencias? ¿Qué
condiciones se requerirían para un tipo de teletrabajo que eleve el bienestar
humano?
Primero algunos datos. Una
encuesta reciente de CADEM a 99 empresas
grandes socias de ICARE mostró que en
Chile el 98% de ellas han implementado
la modalidad de teletrabajo. El 86% cree que en el futuro los puestos de
trabajo o cargos bajo esa modalidad aumentarán. ¿Por qué? Una alta ejecutiva de
una cadena de supermercados lo expresa así: “El teletrabajo viene a instalarse masivamente como una
opción que viene a incrementar la productividad y la flexibilidad”. O sea,
provee dos condiciones claves para las organizaciones exitosas del siglo 21.
Desde
el punto de vista de los trabajadores,
el 50% considera que trabaja más con esta modalidad que estando en la
oficina y el 49% considera que ha sido una buena experiencia. Casi dos tercios
consideran que el teletrabajo se extenderá más allá de la crisis. Otra consultora (Page) entrevistó a
ejecutivos de 550 empresas y detectó que, en promedio a mitad de abril, el 20%
de su personal estaba en casa laborando bajo la modalidad de teletrabajo. Las
áreas donde más se utiliza más son las de administración, recursos humanos,
ventas y soporte técnico.
Parece
entonces que el teletrabajo viene en serio y para quedarse. Pero no es mi
intención entrar en el tema de vaticinios post crisis. Tampoco meter más miedo
de pérdidas de empleo, como algunos han anticipado para muchos profesores
universitarios que serían reemplazados por el e-learning. Creo que este cambio
tecnológico, tal como otros antes en la historia, no va ser algo de “todo-o-nada”.
La aparición de la TV no eliminó el cine como muchos predijeron; ni Internet
los diarios ni los libros. Vamos a vivir con nuevas combinaciones de medios y
formas de trabajo. A mí me parece más interesante conversar de cómo podemos
hacer mejor uso de esta oportunidad que se nos presenta, y las formas de
potenciar lo bueno que pueden ofrecernos.
Las
oportunidades no son “cosas”, y tampoco están allá, afuera de nosotros. Son algo que está en
nuestra forma de mirar y, por lo tanto, depende principalmente de nosotros, de
nuestras actitudes y disposición. Descubrir y aprovechar oportunidades implica
iniciativa, esfuerzo y aprendizaje. Consideren por ejemplo el teletrabajo que
han estado haciendo miles de profesores escolares. Si lo toman de manera
positiva tal vez muchos descubran nuevas maneras de enseñar que los acerquen
más a sus estudiantes ya inmersos en el mundo digital, que les facilite la
enseñanza y eleve el aprendizaje de ellos. Incluso podría ser posible que esta
inmersión en las nuevas tecnologías del siglo 21 vaya cambiando la
interpretación decimonónica que subyace la filosofía o ideología tradicional de
la educación chilena. Considero que esta última, en que se forma la gran
mayoría de nuestros docentes, supone, a veces inconscientemente, pararse ante
la sociedad para exigirle que ella le reconozca y satisfaga “derechos”,
a diferencia de otra interpretación en que las personas (estudiantes y docentes
incluidos) interpretan la vida y el trabajo como oportunidad de resolver
problemas (propios y de los demás) como manera de (simultáneamente) ganarse la
vida uno mismo y servir a los otros. Un cambio ontológico de esta envergadura
podría conducir hacia un genuino mejoramiento de la calidad de la educación. A
darle un nuevo sentido. Esta sí sería modernización radical.
¿Será
muy loco concebir que lo que gatille esto sea que los docentes vean que sus
alumnos pueden aprender igual o incluso más que antes, sin tener al profe
delante de ellos en una sala cuadrada?. ¿O profes que descubran que enseñar es
por sobretodo despertar en el estudiante el gozo por aprender para resolver
problemas reales de personas de carne y hueso?
¿Y será
posible algo parecido en las empresas? Hace tiempo que venimos hablando de
tener organizaciones más horizontales en vez de verticales; es decir, sin jefes en la cúspide de una pirámide que sólo mandan porque saben
lo que “hay-que-hacer”, y
funcionarios en la base que sólo ejecutan, sin pensar mucho ni sentirse responsables de la entrega final. Eso no
tiene futuro. Tal vez esta experiencia de pandemia que nos tiene ahora
conversando más de igual a igual en una pantalla parecida, nos muestre el valor
de apagar el micrófono y escuchar al operario decirnos cómo podría cumplir
mejor sus tareas en las nuevas circunstancias de hoy.
Otra
oportunidad inmensa que puede abrir el teletrabajo es la Modernización del
Estado. Esta es una necesidad tan grande como transformar la educación, pero
que se hace más urgente porque esta crisis exige un Estado eficaz para salir
bien de ella. Chile necesita un Estado con más músculo y menos grasa; más
agilidad y menos lentitud.
No
hemos empezado muy bien en esta materia, a juzgar por el debate entre Gobierno
y sindicatos sobre reintegro al trabajo. Este tema requerirá otra columna. Por
ahora sólo adelantar que una condición clave quizás sea
tener jefes y funcionarios visionarios que ya estén conversando sobre
cómo podrían seguir haciendo parte de sus trabajos en forma remota. La segunda
condición clave es el registro de la
ejecución de servicios desde la casa por los funcionarios, lo cual permite no
sólo controlar, sino detectar en tiempo real errores y atrasos para corregir
rápido. Esas tecnologías de registro y
supervisión – las plataformas de gestión, o los ERP y BSC – están disponibles
hace tiempo pero se usan muy poco en el sector público. ¿No será este el
momento de empezar a usarlas? Así muchos
chilenos podrían salir incluso beneficiados de esta crisis. Primero los
usuarios de servicios públicos, al obtener una mejor atención (especialmente por los más pobres, que
dependen más del Estado). Y además beneficiar a los funcionarios públicos encargados, al ahorrarse horas hacinados en el transporte público gracias a la posibilidad
de trabajar desde su casa. Y el país
entero beneficiándose de una mayor productividad. ¿Será mucho soñar aprovechar
el teletrabajo parta modernizar el Estado?
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