Sobre
misión de la Democracia Cristiana hoy[1]
Ernesto
Tironi B.
9-11-17
Muchos se preguntan qué hará la Democracia Cristiana
después de la primera vuelta presidencial. Primero habría que precisar quién:
la directiva, los militantes o el numeroso grupo de simpatizantes (últimamente
disminuidos) que ha sido históricamente la mayor fortaleza DC, los
independientes que habían votado por sus candidatos desde los años 90 y que se
estiman en un millón de personas. ¿Llamará la directiva a votar por Guillier? ¿Libertad
de acción? ¿Por Piñera? ¿Se dividirá el partido?
Por entretenido que pueda ser especular sobre esas
preguntas, no me parece que sea el ejercicio más valioso que hacer. Mucho más
interesante sería preguntarse qué
necesita más Chile hoy, hacia el fin de esta década, y cómo lograrlo.
Mi respuesta es que Chile necesita por sobretodo
superar sus divisiones y desconfianzas, recuperar su seguridad en sí mismo y en
su capacidad de progresar en paz junto con mayor equidad. Para lograr eso lo
primero es quererlo, enseguida creer que es posible, y tercero tenerse
confianza en poder conseguirlo. Esto se parece bastante al camino seguido por
Chile para recuperar la democracia. Eso también contempló un largo esfuerzo
para superar divisiones, conflictos y hasta profundos odios del pasado. Luchar
por lo posible, junto con el máximo de los demás compatriotas. No por un ideal
maximalista, refundacional y totalizante, cerrado, del todo o nada, en lucha
con todos los que se opongan a eso.
Para esa tarea de unidad, la experiencia, capacidad
y posición de la DC es insustituible. Es por lo tanto su responsabilidad y su
deber asumirla para ser fiel a su historia y al propósito de sus fundadores. Es
el mayor homenaje que se le puede hacer a Frei, Tomic, Aylwin y tantos otros.
En términos políticos, significa retomar su postura de partido de centro, que
no está en ninguno de los dos extremos; con capacidad de dialogar con ambos y
de tomar con libertad, para apoyar, lo
que considera mejor de cada uno.
Así mirado el panorama actual y el que se avecina,
la DC tiene más bien una oportunidad que una encrucijada fatal. Tiene la gran oportunidad
de retomar su forma de actuar en que más ha servido a Chile. Y eso le da una
misión de alto vuelo. Una responsabilidad que cumplir tanto desde el gobierno
como de la oposición. Tiene un rol digno y de gran trascendencia. Donde no
queda espacio para las cosas que dividen internamente. La grandeza de su misión
fuera del Partido, con el país, para la gente, debiera minimizar las divisiones
internas y las miradas introspectivas. Éste curso de acción dio sentido y
proyecta además el valiente esfuerzo de levantar una candidatura presidencial propia, noblemente ejercida por
Carolina Goic.
Las condiciones políticas internacionales y
nacionales posteriores a esta elección presidencial de 2017, probablemente
serán propicias además para que la Democracia Cristiana cumpla ese rol.
Obsérvese lo que ha ocurrido en España, con la fragmentación de los dos grandes
bloques tradicionales. Y más recientemente en Francia con Macron, donde el
Partido Socialista casi ha desaparecido, junto con otros. En Chile, por su
parte, todo indica que habrá un ganador sin mayoría en el parlamento. Y habrá
sectores perdedores que se fragmentarán y alejarán entre sí impulsados por
reproches mutuos y el cobro de cuentas. La DC puede elegir no caer en eso.
No tiene por qué llamar a votar por uno ni por otro
candidato en la segunda vuelta. Ni negociar programas presidenciales. Tiene que declarar
que buscará el progreso económico y social de Chile con libertad, respeto y
equidad. Apoyará las medidas de cualquiera que impulse eso buscando la unidad
nacional, y pondrá sus equipos humanos a seguir trabajando por hacer de Chile
un mejor país para todos.
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