Reforma educacional y Democracia Cristiana
Ernesto Tironi:"La Democracia
Cristiana necesita hacer oír su voz y corregir esta reforma. Usar como criterio
rector de su acción lo que ha sido su norte en toda su historia: el encuentro
de un equilibrio entre lo privado y lo público..."
Sorprende la poca
resistencia de los parlamentarios de la Democracia Cristiana (DC) al tipo de
reforma educacional planteada por el ministro Eyzaguirre si uno considera
cuidadosamente la historia e identidad de ese partido. Una educación con
sentido social, libre y pluralista es constitutiva de la esencia de ser DC. Fue
una de las grandes preocupaciones de todos los gobiernos encabezados por
demócratas cristianos desde Frei Montalva. También la gota que rebasó el vaso
de las diferencias de ese partido con el gobierno de Allende.
Por eso, con el diseño tan radical y estatista que el actual ministro dio a
esta reforma, no cabe más que esperar numerosos conflictos. Si los
parlamentarios DC aceptan la propuesta que salió de la Cámara de Diputados sin
mayores cambios, pueden conducir a ese partido a derrotas electorales de gran
magnitud y a una decadencia irremontable. Por el contrario, si la DC toma esto
como una oportunidad para revitalizar su identidad y acercarse a la clase media
-su grupo de referencia más propio-, puede resultar el partido menos afectado
por la desafección ciudadana en curso.
La Democracia Cristiana nació como una alternativa entre el socialismo
estatista totalitario y el capitalismo egoísta que hoy rechazan amplios
sectores de la sociedad nacional, especialmente jóvenes. Por eso siempre se ha
opuesto a la prevalencia de un mercado completamente desregulado y también ha
planteado la necesidad de límites a la propiedad privada. Pero así también ha
rechazado el estatismo socialista, especialmente en temas valóricos como la
educación.
Por eso tampoco es casual que la gran mayoría de los apoderados y sostenedores
de colegios subvencionados sean simpatizantes demócratas cristianos. Para una
madre de clase media enviar a sus hijos a ese tipo de colegios era lo natural.
Y para una persona de espíritu DC, interesada en el desarrollo del país con
justicia social y creyente en el sentido social de la propiedad, nada podía
calzar más con sus valores que invertir en formar colegios para grupos pobres
en Maipú en vez de colegios particulares en Chicureo.
De modo que cuando surge este proyecto de terminar abruptamente con los
colegios subvencionados privados por parte de un gobierno con predominio
socialista, no es de extrañarse que se despierte el espíritu democratacristiano
oculto de las clases medias mayoritarias de este país. Ese mismo espíritu
apareció cuando Allende presentó su proyecto de ley sobre la Escuela Nacional
Unificada (ENU) en 1973, que contribuyó decisivamente al término de ese
gobierno, a pesar de que entonces el Presidente retiró rápidamente esa iniciativa.
Ahora en 2014, muchos dicen: "¡No te preocupes tanto, esto se va a
corregir. No podría pasar en Chile hoy, que se ha vuelto un país más
pragmático, educado y racional!". Eso mismo se dijo poco antes del golpe
militar: aquí no ocurriría algo así. Y pasó, con las funestas consecuencias que
todos conocimos.
El medio escogido por el actual ministro y sus asesores para poner fin al lucro
tiene demasiados parecidos con malas políticas públicas a lo largo de la
historia reciente de Chile. Por ejemplo, con la Reforma Agraria de fines de los
60 e inicios de los 70. Ambas son reformas basadas en eslóganes potentes y en
la expropiación de propiedades. Autoridades y parlamentarios serios y
estudiosos de la historia deberían estar conscientes de la magnitud de las
heridas emocionales y las consecuencias sociales y políticas nefastas que este
tipo de reformas puede dejar. Hay varias alternativas mejores.
Por eso la Democracia Cristiana necesita hacer oír su voz y corregir esta
reforma. Usar como criterio rector de su acción lo que ha sido su norte en toda
su historia: el encuentro de un equilibrio entre lo privado y lo público, entre
mercado y Estado, entre libertad y regulación, entre lo inmediato y lo gradual.
La DC nunca se ha opuesto a hacer reformas, sino a los cambios extremos e
infundados, como los propuestos ahora, que tienen riesgos demasiado altos de no
funcionar y de ser rechazados por la ciudadanía. En el fondo se trata de hacer
en el ámbito educacional una transición como la que lideraron la DC y Patricio
Aylwin para alcanzar la democracia y para pasar del neoliberalismo económico al
desarrollo con equidad de la Concertación.
El papel articulador y moderador de la Democracia Cristiana sigue teniendo hoy
plena vigencia. ¿Jugarán ese rol sus líderes de hoy?
Publicado en El Mercurio, Domingo 28 de diciembre de 2014
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